eSte Es uN EsPAcio rEduCiDo De lIBertaD cReaTiva y EspeRanZa aL TrAn...

sin ninguna referencia de ná

La fría angustia que emerge detrás de las cortinas del aire, se puede solventar con un chorro de inteligencia buena y el calor, que nace de los estímulos incandescentes de la vida, en el proceso infinito del vagar de las estrellas.

La candela puede comprender tus manos aprendiendo un oficio imaginable, y sentir (claro que se puede sentir) sentir con claridad todo aquello que haces y permutas y escoges y clamas y reinventas a partir de los elementos que te envuelven –en el ruido cotidiano del reloj- entre la brisa que lleva mariposas amargas y silencios acompasados, y esas lucecitas y también sombras.

Si a tu corazón le gusta asomarse a los abismos –como las miradillas que abandonan la seguridad de los portales- no te pienses primo/a que te encuentras ahí sólo/a. Recuerda que existe un cielo y un sueño y una tierra colmada de inciertos desafíos; y en mitad está tu mente, y todo aquello que genera: tus actos o tu indolencia…

Tu mente y la razón que ciñe todos los universos ajenos.

jueves, 31 de octubre de 2013

Diario de una perra en Argentina (Semana 21)

Día 141

(Acción)

Cómo alcanzar el corazón humano; esa espiral compleja que bombea sangre y expectativas sumergiéndose como ninguna otra sustancia físico-metafórica en un océano infinito de conjeturas y profecías; cómo coincidir con los sueños que inventa y que la mente posteriormente conforma y realiza con actos elementales. A veces lo más complicado es lo más sencillo, late, para luego decir que la sencillez es la mayor complejidad en el siguiente latido. Nosotros, los bichos, aportamos el ejemplo opuesto: aquel juego del día a día y del equilibrio que los humanos se olvidaron en el largo camino de su evolución a jugar aunque luego lo practiquen sin querer.

Hoy Javi de nuevo se ha convertido en un perro. No es la primera vez ni será la última que lo hace. Olisqueaba el aire como si buscara el mejor rastro a seguir, y únicamente se ha movido si el asunto merecía de verdad la pena o si su vida o la nuestra pendían de este hilo. Por ello se ha levantado para trabajar con los humanos especiales, aunque antes ha conformado las faenas cotidianas de la pradera, espoleado por un viento intenso en su interior que compite con el que sopla acá afuera. Ama ya a Che Lokita, a Negro, a Pepe, a los gansitos y al resto de animales tanto como a mí; es decir, más que a sí mismo. Es el hacedor y defensor de nuestro ecosistema, que posee el logotipo del perfil de los árboles imponentes y la bandera humana y multicolor de los pueblos errantes. Si los perros podemos aprender cosas de los humanos, es del todo lógico que los humanos puedan aprender más aún de nosotros. Las arañas construyen estructuras fuertes y los mosquitos aguardan pacientes para lograr su cometido. Los animales extraños que viven bajo la montaña de palés son extraordinariamente prudentes; las ratas concienzudas y humildes; cada cual aporta su mensaje de sabiduría, y Javi sabe leer en cada uno la virtud más favorable.

Cuando ha llegado por la tarde se ha marchado sobre la bicicleta por la gran carretera hacia arriba. Al volver nos ha soltado, ha comprobado que todo estaba en orden: el número de existencias a su cargo, el perímetro de seguridad de la casa-chabola, las fuentes de alimento y agua, y casi el grado de felicidad en las miradas. Enseguida ha montado a Pepe y ha conseguido hacerlo galopar. Los ojos de ambos brillaban como ascuas por la sensación de libertad que despertaba su unión en el filo rotundo del destino. Luego se ha puesto a teclear mientras el sol caía sobre las nubes dorándolas primero y más tarde tiñéndolas de color púrpura y naranja. Entonces ha encerrado a los gansos, también a los caballos, al pony y a los burros y se ha sentado un rato a contemplar cómo la luz mortecina del ocaso daba paso a las sombras poderosas de la noche. Negro, Che Lokita y yo disfrutábamos de nuestro mejor momento del día, cuando podemos correr por toda la pradera como si no existiera más mundo que éste, en tanto Javi medita e intuye sobre porvenir de todos nosotros.

Después de cenar abundantemente ha estado tumbado sobre la cama ojeando algo en su pantalla. Fumaba un pitillo detrás de otro y con el último, entredormido, casi se quema las sábanas. Esto ha conseguido desvelarle momentáneamente, y también reír; de esta suerte ha venido hasta nuestro respectivo colchón de gomaespuma para darnos un beso y acariciarnos la cabeza y las orejas contento.

Sus sueños ahora no son muy distintos a la realidad que ha vivido hoy y que garabatea con una actividad frenética y optimista. La única diferencia que huelo en ellos es que en esta lucha inmensa y transcendente le acompañan todos sus seres queridos, ayudándole y apoyándole en las mil y una batallas que todavía ha de vivir en esta tierra peculiar y pródiga que comenzamos a sentir como si fuera la nuestra propia. Aunque ahora que lo pienso, en su corazón humano, a cada latido y sin variación, le acompañan porque están dentro de él.



Día 142

(La manada inverosímil)

Hay días en los que los que por falta de acontecimientos o incidentes sólo nos queda observar a nuestro alrededor, expandir la mirada sobre lo que nos rodea, tratando de entender o descubrir reciprocidades y antagonismos, alcances y misterios.

Hoy Javi se ha ido a trabajar y al volver se ha marchado en el vehículo colectivo por la gran carretera hacia abajo. Por ello, al estar muchas horas atada con la cadena bajo el camión, con Che Lokita y Negro adormilados y exánimes a mi lado, he podido establecer un análisis pormenorizado de todo lo que ocurre en la pradera y las relaciones entre sus seres.

Comenzaré por los gansos, pues son los más numerosos. Ahora que sus crías van creciendo el clan de nuevo se disuelve y busca tanto alimento como agua, moviéndose armoniosamente de un lugar a otro, y a veces descansando unos minutos bajo cualquier sombra. Por el día, no temen nada, aunque por la noche muchos depredadores voraces les acechan (ratas, pájaros que cazan, hurones e iguanas). Los patos son especialmente particulares. A pesar de ser dos hembras y dos machos no se han apareado y se pasan todo el tiempo al fresco o cerca del agua esperando el instante en que Javi les echa maíz, instante en el que son muy duchos en comer como si no existiera el mañana, estirando y encogiendo su cuello como si fueran máquinas. Son extremadamente agresivos unos con otros, y los más fuertes picotean la cabeza del débil hasta hacerle sangrar. Uno de ellos se quedó tuerto en una de estas reyertas incomprensibles. El pavo puede resultar en apariencia semejante a los patos, pero si uno se fija bien emplea muchas horas en abrir su abanico e iniciar un baile complejo para una hembra inexistente, o que nunca llegará. Muda su color dependiendo de la situación o la emoción que se le presente, tornando el azul en rojo o en blanco con pintitas negras. Cuando come, y seguro que para su comodidad, el apéndice que le cuelga siempre del pico, se encoge sobre él hasta formar un cuerno pequeñito. Las gallinas, en cambio, son más activas, y asimismo el gallo. Son obreras de la naturaleza, ingenios de transformación y metamorfosis. Cada día, por lo que comen, viven y respiran, forjan unos huevos de color crema claro que luego los humanos, y en este caso Javi, se comen con gran satisfacción. Para lograrlo deambulan y registran cada rincón, mueven cada piedrecita, y escarban con sus fuertes patas desenterrando insectos y semillas. Al amanecer canta el gallo y al atardecer las gallinas se suben a su palo-dormitorio. En esto son seres exactos y constantes. El pony es con toda probabilidad el animal más perezoso que jamás he visto. No para ni un segundo de comer y se desplaza únicamente para agarrar más pasto. De este modo está gordo y es macizo como una roca, dando la sensación que podría reventar en cualquier momento. Los burros son diferentes, al igual que los caballos. Además de comer, juegan, se persiguen, se muerden, se revuelcan y se rascan contra los árboles o el camión. También defienden su territorio como generales en una guerra tenue y secreta, y si pudieran, estoy segura que echarían a volar por el ancho cielo, aunque como no pueden hacerlo, simplemente corren y relinchan.

Aparte de estos animales, por los que Javi vela cada día limpiando sus casas y refugios, alimentándolos en parte, proporcionándoles agua y también dosis incesantes de cariño y comprensión, guardándoles al llegar la noche, hay asimismo otros que conviven con ellos y que forman parte por tanto del ecosistema. Alguna vez he mencionado ya a los pájaros de colores y a los que cazan. Los primeros se llaman Teros y tienen un carácter sombrío en contraposición a su plumaje. Son tremendamente irascibles al mediodía y es casi imposible saber dónde se encuentran los nidos que hacen en el suelo, pues han aprendido a utilizar la orografía del terreno para camuflarlos. De las que cazan, distingo dos tipos, aunque creo que hay más. Hay unas que Javi llama gavilanes y otras que las dice milanos, diferenciándose en la cola, en el color de las plumas y en el tamaño. También nos visita de cuando en cuando una aún mayor que consigue que los gansos, las gallinas y los patos se refugien con nosotras debajo del camión. Observamos su sombra enorme atravesar la pradera mientras se escucha su canto aterrador. Por la noche también hay otros pájaros que cazan. Las hay de color blanco y pardo, igualmente silenciosas y cautas, y otras que parecen ratoncitos con alas y que vuelan haciendo zig-zag, que se cuelgan de las ramas de los árboles cabeza abajo, y que tienen orejas en los ojos. Las ratas, ahora que hace calor, se activan por la tarde, cuando se marcha el sol. Son muchas, tantas que han expulsado en gran parte a los animales extraños que viven bajo la montaña de palés y que Javi denomina Quizs. Casi cada día matan algún gansito indefenso. Hacen asambleas en sus galerías subterráneas para establecer la mejor estrategia, y son tremendamente inteligentes. Hay además un par de ellas tan grandes como conejos.

No obstante todavía existen más bichos. En varios huecos de los árboles imponentes y en sus ramas tienen su morada varios picapinos de sombrero rojo, también otros pájaros muy curiosos con antifaz y una larga cola; en verdad hay un ejército de especies aladas: cotorras, loros, jingueros, pinzones, garzas y garcillas, y algunas otras desconocidas. Igualmente a veces se ven asomarse una pareja de hurones y una colmena enorme de abejas que amenaza con invadir nuestro mundo. En el suelo hay lagartos verdes y rojos, bajo las piedras ranas sapos y salamandras. A veces vienen por acá las iguanas, que viven en las charcas del final del camino de tierra y en los canales que van bajo la gran carretera, aunque apenas se dejan ver. Hay asimismo libélulas, moscas, escarabajos de muchos tipos, hormigas que forjan travesías en el pasto y que se distinguen desde la distancia, los ya mencionados mosquitos, arañas de todos los tamaños y aspectos imaginables, al igual que alguna serpiente, aunque Javi lo ignore.

A menudo nos vienen a visitar algún perro de la vecindad o que está de paso buscando comida por las orillas de la gran carretera. De estos últimos mueren muchos, pues su estilo de vida es muy peligroso y arriesgado. Muchos son amigos de Negro que comparecen para lamerle moviendo el rabo y después de olisquearnos a nosotras, se van.

Cuando Javi ha regresado, nos ha soltado de la cadena y se ha puesto a teclear hasta que agotado, ha encerrado a los animales y se ha echado a dormir. Y es que en este ecosistema diverso y amplio, en esta manada inverosímil a la que pertenecemos, en esta pradera maravillosa en la cual vivimos y de la que somos testigos y guardas, me faltaba mencionar un último animal tan lleno de complejidades como de simplicidades, ni más ni menos importante que el resto: Javi… Que ahora levanta un ojo al escuchar el aleteo insidioso de un mosquito y se pone alerta para tratar de matarlo.



Día 143

(Mate con amigos)

Hoy ha comenzado el día con algarazos de lluvia y niebla que lentamente se han ido alzando con el paso de las horas. El sol ha tomado entonces el relevo y casi se podía ver crecer la hierba de la pradera y las hojas en las ramas de los árboles imponentes.

Cuando Javi se ha marchado a trabajar con los humanos especiales ha cambiado de pronto el viento y venía muy caliente, procedente del norte. Javi ha venido a vernos en sus descansos y ha estado hablando y fumando con unos humanos que están construyendo un edificio enorme contiguo al de su trabajo y de nuestra casa-chabola. Ya por la tarde, al regresar, ha preparado algunas cosas de comer y enseguida han llegado un humano y dos humanas, compañeros suyos, a los que Negro, Che Lokita y yo hemos ladrado sin motivo ya que todos ellos huelen intensamente a bondad y buenos sentimientos. Javi y el humano han estado reforzando y claveteando la ventana de la casa mientras ellas calentaban en la pava un cazo de agua que después, cuando han terminado con la ventana, han compartido tomándolo en una especie de pera de madera, llena de una yerba amarga y con una pajita de metal que va hasta el fondo, al que añaden azúcar y el agua caliente para hacer una infusión que van sorbiendo. Han colocado el banco de la entrada y unas sillas en mitad de la pradera y has estado así conversando y riendo hasta que el sol ha perdido fuerza y ya comenzaba a caer. Debe ser una costumbre de acá para que los humanos se reúnan y compartan a través de este rito humilde su tiempo, disfrutando de un rato tranquilo.

A Javi le brillaban mucho los ojos y parecía muy contento de esta visita (mencionar que una de las humanas es aquella que nos regaló las telas que Javi colocó en el horno que fue durante un tiempo refugio de Noa y mío allá en el sitio de los perros, y que los otros dos son quienes nos ayudaron a instalarnos acá en la pradera y gracias a los cuales pudimos continuar esta aventura).

Nosotras nos hemos pasado la tarde correteando y buscando rastros, aunque a veces nos acercábamos a ellos para lamerles las manos y permitir que nos acariciaran solícitas. A Javi le vienen muy bien estas visitas de humanos humildes y generosos, que sólo intentan ayudarle procurándole más de lo que tienen, sobre todo su cariño y afecto.

Ahora que Javi duerme, y puedo oler sus sueños, compruebo que ellos también están ahí, en sus luchas cotidianas y en sus alegrías, junto a los suyos de siempre, ampliando el círculo gente por la que daría todo en la vida.





Día 144

(Burocracia)

Qué día más gris, más seco, más insípido, descolorido e intransigente, con la cadena alrededor del cuello y una promesa de retorno que se dilataba como un miedo incontrolado. A ratos ha llovido y a ratos ha hecho mucho calor, pero las nubes no corrían en el cielo.

Javi se fue cuando comenzaba a amanecer caminando por la gran carretera hacia abajo y ahora, entre ladrillos de alegría y nervios, le vemos llegar por el portón de la entrada, comenzada la tarde, con cierto aire de aturdimiento, oliendo poderosamente a ciudad, a prisas, a laberintos humanos y círculos que se cierran sobre sí mismos atrapando en su mitad sentimientos y vidas. Huelo en Javi, casi antes de que extienda su mano y me libere, la desesperación y miles de historias humanas, que como la de él, se ven con las trabas impuestas por sus propios semejantes. Huelo así salas de espera con los relojes parados y espejos en los que se reflejan la necesidad y el olvido, rostros clandestinos y ensombrecidos por su clandestinidad, con rasgos marcados por circunstancias absurdas, por instrucciones y requisitos destructores de sueños, por formularios en los que siempre existen casillas informulables o ignotas, que impiden crecer las ilusiones, que rompen las expectativas, las familias, que llenan el mundo de toneladas de papel inservible, que son como fronteras invisibles o muros etéreos que separan y estallan concienzudamente entre las manos de quienes quieren simplemente trabajar y sobrevivir.

Como una metáfora desdibujada y mutante, uno de los gansitos aparece junto a la charca con el cuello quebrado por el mordisco infame de una rata. Javi lo coge delicadamente entre sus manos, le acaricia, le besa la cabecita amarilla y le masajea convencido, mirándole fijamente a los ojos. Esperanzadoramente mejora un poco, intenta moverse, pero su cuello no responde y la cabeza se cae una y otra vez. Luego se queda tranquilo sobre sus piernas, pestañeando, dócil ante la muerte que le va llegando. Javi entonces llora. Los caballos y los burros y los patos y el pony y las gallinas y el gallo y el clan de los gansos, Che Lokita y yo misma (Negro no puede pero ladra) todos nos acercamos sin saber el porqué, rodeándoles silentes, con una sobriedad natural conmovedora, instintiva. Por un momento nuestras especies son una, y cuando el corazón del gansito deja de latir, Javi lo lleva al corralón de los suyos y lo deja allí junto a sus hermanos, quienes cierran las alas a su alrededor como un puñado de ángeles ateos que se ponen a entonar la canción fúnebre que repiten cada cual a su modo todos los seres de la pradera, también las ratas.



Día 145

(Descanso merecido)

No hay nada mejor que descansar los cansancios haciendo precisamente todo aquello que nos gusta o nos divierte. Así nos hemos levantado muy tarde, con cierta pereza insólita, al menos en Javi, y asimismo entre nosotras. Después, mientras Javi componía la casa-chabola y hacía las tareas del día, y también las atrasadas, en los corralones y en la pradera, Che Lokita y yo nos hemos ido a saludar a los perros vecinos que viven en los inmensos campos de flores y a rebuscar algún bocado indiscreto. A nuestro regreso Javi se preparaba para irse sobre la bicicleta por la gran carretera hacia arriba. Ha debido estar hablando con los suyos porque ha vuelto con los ojos muy brillantes y oliendo a esperanzas dulces. Luego todo ha sido felicidad, momentánea, a sorbos, a ráfagas intermitentes, justo como tiene que ser. Y ha leído mientras nosotras dormitábamos a la sombra, y ha montado a Pepe en tanto nosotras corríamos por la pradera junto con Negro persiguiéndoles. Y ha hablado por el teléfono con los suyos a la vez que nosotros estábamos sentados a sus pies con el oído y la nariz atenta a cada palabra y a cada gesto suyo, y ha lavado la ropa para tenderla después al viento, y ha disfrutado del sol y del verde extraordinarios de la pradera tanto como nosotras.

Más tarde ha fumado y se ha tumbado sobre la hamaca y nosotras nos hemos subido con él, balanceándonos los tres con alegría, hasta que la cuerda ha cedido y nos hemos caído al suelo.. De este modo han transcurrido las horas, y las emociones acumuladas han atravesado nuestro cuerpo como nubes en el cielo, sin detenerse.

Por la noche, temprano casi como en la mañana, hemos cenado juntos, mientras las estrellas distantes se encendían arriba y las luciérnagas cercanas lo hacían abajo.

Hoy Javi no ha tecleado como otros días y ha resultado toda una sorpresa. En cambio se ha puesto a pintar las paredes de colores. Ahora que duerme puedo oler que sus sueños se acompasan a los míos, y siguiendo el rastro nítido de su alimento imprescindible, lo busca, lo saca, imaginando así escenas y conversaciones trascendentes para el universo que cada día va construyendo en su pantalla tecleadora.



Día 146

(Conexiones)

Hay un campo contiguo a la pradera que está lleno de huesos de oveja, lo sé porqué son semejantes a los de las cabras, que más de una vez roí, aunque estos que digo aún conservan en el tuétano el olor de la lana. Esto explica que en el pasado debieron de vivir por aquí. Junto a los árboles imponentes hay un árbol más humilde que da moras negras y rojas como allá donde vivimos nosotros lo daban esas zarzas colmadas de espinas. La charca que Javi hace rebosar de agua por la mañana a la tarde siempre se seca, cada día un poco antes. Todo se mueve y a un tiempo se halla ligado por cientos de conexiones que nuestra mente no puede ni debe omitir.

Javi se ha marchado a trabajar con los humanos especiales, y uno de ellos ha venido poco después a la pradera, para perseguir a los gansos, para acariciarnos sonriente, para instar a los burros curiosos un tanto asustado y por ultimo para meterse en la caseta de Negro a jugar con un huevo de gallina hasta que se le ha roto entre las manos y acabar con Che Lokita y conmigo bajo el camión como si él llevara también de algún modo una cadena alrededor de su cuello. Javi ha llegado acompañado de otros dos humanos para llevárselo, aunque antes de hacerlo le ha limpiado las manos, le ha hecho reír con varias muecas y gestos, le ha dado una naranja partida para que se la ofreciera a Pepe y poder tocar así su nariz húmeda. El humano especial se ha puesto muy contento y poco después regresaba a esa especie de prisión tenue en donde vive sin dejar de mirar atrás pero sin resistirse tal vez porque sus pensamientos son libres, no así su cuerpo ni su educación.

Al volver Javi por la tarde la pradera se encontraba exultante de paz. Los animales pastaban o retozaban en el agua o revoloteaban o se perseguían aunque con un toque de reposo y calma manifiesto. Javi ha empezado a teclear mientras Lokita y yo nos perdíamos en un universo sencillo de rastros y sombras. Había de esta manera un rato después tres bichos felices que se balanceaban sobre una tela verde y sucia que estaba atada de árbol a árbol y que aguardaban sin más la partida tranquila del sol para que tanto en el cielo como en la tierra brillaran las estrellas y los luceros y así de pronto, entraran todas de golpe a nuestros ojos.

Día 147

(Repaso horizontal)

Ya se sabe. Porque no he hecho otra cosa que repetirlo y de confirmarlo. Ocasionalmente los humanos se complican al pensar en algo demasiado, aunque pesar para ellos sea humanamente necesario, o mejor dicho pensar cuando tienen que pensar, lo mismo que sentir cuando tienen que sentir, que a ver quién es el sabio que nos lo separa.

El caso es que lo mejor es no separar estas posturas ni dividir sus intrigas pues forman parte de un continuo. Los perros pensamos lo que sentimos y sentimos todo cuanto pensamos, sobre todo porque no lo pensamos del todo y sí lo sentimos por completo.

Javi se ha ido a trabajar y ha vuelto por la tarde con los ojos brillantes y muy vivos. Poco importa lo demás. Hay otro gansito menos, a pesar de todo su esfuerzo para reforzar el corralón con más piedras y plásticos, de colocar trampas, y de velar casi desde la madrugada por ellos. Che Lokita ya se ha adaptado por completo a la vida en la pradera y advierte en Javi una figura paternal llena de afecto y ternura. Las semanas pasan y todo lo que vamos viviendo se va difuminando entre las nuevas realidades que se nos presentan. Mi olfato no me engaña y sé que se avecinan tiempos difíciles. Pero nada no fue ni lo será mientras esta aventura dure. Tendremos buenos y malos momentos como cada ser que pisa la tierra, y lo que es seguro es que somos una familia unida de especies que tratan de sobrevivir y aprender en lo posible.

Ahora huelo los sueños de Javi, en la horizontal de mi colchón de gomaespuma, y le veo custodiado por cientos de palabras humanas. Todas giran a su alrededor y él las va hilando para formar sentimientos, espacios, colores, y un mundo particular que a veces se enreda asfixiándole el corazón y otras aparece claro y definido como el agua de un arroyo bajando de un monte.




martes, 22 de octubre de 2013

Diario de una perra en Argentina (Semana 20)

Día 134


(Las luciérnagas)

Che Lokita ya no persigue a los patos. Alguna vez ladra aún a los burros, pero a una voz de Javi agacha la cabeza y ya sabe. Nos hemos despertado con mucho calor y humedad y un rocío intenso que cubría la superficie de la pradera y la casa-chabola. Una buena noticia: esta noche no murió ningún gansito; una mala: las gallinas continúan sin poner huevos. Cuando Javi se ha ido a trabajar con los humanos especiales y nos hemos quedado atadas, hemos comprobado que Negro estaba atrapado con su soga en las ruedas del camión y gemía muy bajito tratando de soltarse. Hasta que Javi no ha venido en uno de sus descansos no ha podido desenredarle. La mañana ha pasado rápido, sobre todo porque ha comenzado a soplar una brisa muy agradable desde el sur que ha logrado que todos los bichos estemos más frescos y que nuestros ojos se cerraran para soñar cada cual con sus quimeras. Yo he soñado que paseaba con Javi como tantas veces entre las jaras allá en las montañas donde vivimos una vez, olisqueando rastros de liebres, perdices, corzos, zorros y jabalíes. Mi amigo Nakel, el mastín blanco, nos acompañaba, y subíamos hasta la cima más alta de la Sierra donde nos tumbábamos al sol para contemplar el paisaje.

Me he despertado con el retorno de Javi. Apenas se ha cambiado y se ha vuelto a ir en el vehículo colectivo por la gran carretera hacia abajo. Las horas se han ido desvaneciendo y la tarde ha traído colores muy vivos a la pradera. El verde se impone sobre todos los demás y las ramas de los árboles imponentes están llenas de hojas de este mismo color. Cuando ha regresado Javi ha estado montando a Pepe y después se ha puesto a teclear hasta que ha caido el sol pintando de rosa y violeta a un grupo de nubes que se movían despacio en el horizonte. Che Lokita y yo hemos iniciado nuestra particular cacería de ratas aunque hoy no ha habido suerte. Javi tiene cara de preocupación y no entiendo por qué. La influencia de Laurita sobre él empieza a desvanecerse y ahora ha de cargar de nuevo sólo con todo. Me gustaría ayudarle pero no puedo. Si llorara le lamería las lágrimas, o si necesitara cariño acudiría a ofrecerle mis mimos. No obstante las dificultades que tiene no son en este sentido, y por tanto es otro tipo de angustia humana que yo ignoro.

Con todo, después de cenar, se ha sentado en la puerta de la casa-chabola a fumarse un cigarrillo y a observar nuestros acechos y ataques a las ratas. Esto ha hecho al menos que se sonriera, se distrajera levemente de sus nudos y nos llamara a veces para acariciarnos las orejas. El caso es que cuando aparece la sonrisa de Javi siempre ocurre algo especial. Y hoy no ha sido diferente. De pronto han comenzado a encenderse por momentos unas luces por toda la pradera. Éstas se movían, con matices amarillentos, y en un principio parecía como si las estrellas del cielo hubieran bajado a visitarnos todas a la vez. Che Lokita y yo nos hemos acercado medio asustadas medio curiosas a comprobar la naturaleza de estas luces, pero un instante lucían para luego apagarse de nuevo y no podíamos distinguir de ningún modo su origen.

Ahora Javi, que hace un minuto se ha levantado para atrapar una de ellas, la coloca sobre el banco de la entrada, y ambas podemos ver que se trata de un pequeño insecto cuyo abdomen se ilumina con gran intensidad para después extinguirse. Hay cientos por toda la pradera y son increíblemente bellas. Tanto, que han conseguido que Javi borre de su mente cualquier preocupación y nosotras nos olvidemos de las ratas.





Día 135

(Todo se complica)

No quiero hablar de lo ha pasado hoy. Javi se ha caído en un pozo de pensamientos humanos inabarcables. Ya se olía. Tal vez se veía venir; y sé por supuesto que saldrá, que pasará, que es cuestión de unas horas de descanso y de filtrar las malas sensaciones y los malos actos. No merece la pena hablar de las cosas normales, de las rutinas. El ser que más quiero se ha roto de pronto porque no alcanza a resolver sus inquietudes ni sus problemas. El carácter se le ha agriado, obstinado en dar vueltas a lo que nunca habría que dar. El futuro es una incógnita que se va desvelando sólo. Eso lo comprendemos los perros por instinto. Si los humanos aprendieran a verlo, si involucionaran tal vez, porque en lo más antiguo de su origen sí que lo hacían, vivirían sin duda más tranquilos y confiados.

Hoy Javi no ha reparado en los gansitos, ni en la belleza de la pradera ni en sus seres. Desde que ha venido de trabajar ha estado fumando y leyendo, volteando en su cerebro mil y una ideas inservibles. Ni siquiera la llamada de teléfono de Laurita le ha podido sacar de este estado; es más, ha incrementado su desdén, al tener que expresar sus emociones, poco optimistas en comparación a otros días. Luego parecía triste porque al final ha estado frío con ella, que siempre fue tan buena y comprensiva con él.

Hay algo en Javi que a veces falla, que tiene que curar o controlar. No nos ha puesto de comer, él también se ha olvidado. Nos ha tratado con indiferencia, en una especie de egoísmo inconsciente que era como si llevara una venda sobre los ojos. Así, por muchas estrellas que lucían por la noche en el cielo y en la pradera ha sido incapaz de verlas.

Ahora que duerme es casi un descanso para todos. No puedo oler sus sueños porque no sueña. Y es que anda trazando todas las alternativas posibles para nuestra incierta realidad, en una lucha que le agota el alma porque todo nos va bregando a contracorriente.





Día 136

(Llegan los mosquitos)

Y como ayer Javi se olvidó de todo (también de echarse el spay contra los mosquitos)… Y el calor y la humedad de estos últimos días, anunciaban su venida, se ha levantado con la cara y los brazos llenos de picotazos. Aún así estaba de mejor humor y se lo ha tomado bien. Ha soltado a los animales y nos ha puesto a todos de comer (ración doble), como si su mente ya le diera para estas pequeñas pero transcendentes cuestiones. Ha compuesto la casa-chabola y se ha marchado a trabajar, dejándonos atadas con la cadena bajo el camión. Hoy sí ha celebrado que no ha muerto ningún gansito, con la sorpresa alegre que han nacido otros cuatro y ha estado jugando con nosotras en uno de sus descansos todo lo que ha podido.

Las nubes han dominado el cielo, aunque ha hecho mucho calor. Su concilio no ha sido suficiente o quizá leve y por ello no ha llegado a formarse una tormenta ni a llover. A pesar de todo la atmósfera ha estado cargada de electricidad, posando el polvo sobre el suelo y alterando un poco el ánimo de los animales, incluidas nosotras.

Cuando Javi ha regresado del trabajo se ha marchado sobre la bicicleta por la gran carretera hacia arriba para volver un par de horas después con una inmensa sonrisa dibujada en la cara. Aunque su humor no está aún al mismo nivel de siempre ha venido más aliviado y más dispuesto a continuar sus combates existenciales, más positivo y optimista, como cargado de razón y de posibilidades. Hoy sí ha montado a Pepe y ha hecho una colada con su ropa, se ha afeitado, se ha puesto guapo, con una camisa negra y unos pantalones anchos, y se ha ido de nuevo en el vehículo colectivo por la gran carretera hacia abajo, por lo que después he podido oler, a dar un paseo por la ciudad, a comprar algunas cosas, a cenar otras, y a disfrutar un poco de su tiempo libre.

Al regresar, casi ya era el mismo Javi de siempre. Nos ha soltado y junto con Negro hemos estado paseando por la pradera, él fumando, nosotras corriendo y jugando enloquecidas, entre cientos de luces amarillas y bajo millones que allá arriba parecían sonreír satisfechas.

Ahora que estamos todos preparados para dormir, veo que Javi se está echando el mencionado spray y que comprueba en el techo si hay mosquitos que puedan picarnos. Una nueva preocupación, esta nimia y absurda, se añade a las muchas que ya tiene. Y al oler su pensamiento compruebo que éste afirma que ojala existiera algún tipo de spray contra los prejuicios, las envidias y todos los chantajes emocionales que los humanos gustan de inventar para dominarse los unos a otros.







Día 137

(Afectos y engaños)

Los perros somos recurrentes. Sentimentales y positivos. No existe nada que nos pese más que el hambre y la indiferencia de quienes queremos y somos fieles a éstos y a nuestros instintos hasta la muerte. Los humanos en cambio se disfrazan, levantan puentes para después destruirlos, y algunos llevan varias máscaras por encima del rostro frustrado que los representa.

Pero no es el caso de Javi. Esta mañana se fue con la bicicleta por la gran carretera hacia abajo, ilusionado con el sol y con el aire limpio, y cuando ha vuelto al mediodía parecía feliz y satisfecho, como si lo sucedido estos días atrás hubiera sido un mal sueño, una pesadilla de incertidumbre, desarraigo y prisas entremezcladas. La cuestión es pugnar contra nuestra propia contradicción. Creo que Javi a veces olvida que desde que vinimos aquí no nos ha rodeado otra cosa, que allá dejamos la seguridad y las certezas, y también el cariño labrado con los años, con esfuerzo, que esto era un empezar de nuevo, en cada una de las facetas distintas de la vida

Así por la tarde se ha marchado de nuevo en el vehículo colectivo por la gran carretera hacia abajo, y por los olores que trae, ha estado primero en la ciudad para que le curaran una muela que le ha molestado las últimas semanas y para persuadir a las dificultades con su optimismo casi inquebrantable. Luego ha estado en el sitio de los perros, en aquella casa donde vivimos por un tiempo, con un montón de humanos y humanas que fuimos conociendo de a poco pero que nunca hicieron por conocernos a nosotros, y sé que ha acariciado a Noa y le ha hablado de mí y de Che Lokita y de todos los animales de la pradera. Más tarde se ha emborrachado en varios bares. Lo percibo así por la diferente densidad del humo y ha terminado sintiéndose fuera de lugar, engañado, bardeado como dicen acá, por humanos increíblemente cínicos que llegado el instante definitivo han mostrado su verdadero rostro aunque en el fondo no han sorprendido a Javi, que anda ya estableciendo una criba inicial de tontos y mezquindades para inaugurar su primera circunferencia de amistad acá en la Argentina.

Una humana que huele a bondad nos lo ha devuelto en su coche a la pradera, sano y salvo, justo antes de marcharse y de que él nos soltara, pasando con nota alta el filtro mencionado, para que ladráramos y aulláramos alegres en su presencia activa y graciosa y le lamiéramos los ojos y las manos… mientras él se preparaba unas milanesas, compartiéndolas después con nosotras, y atara inmediatamente una hamaca de árbol a árbol y se pusiera a contemplar los colores del amanecer, fumando, recordando, conspirando con el aire y la luz, quedándose ahora dormido como un niño recién nacido mecido en el cálido regazo de su madre.





Día 138

(Ilegalidad)

El juego falso al que se someten los humanos para desplazarse hoy en día es irracionalmente insólito y exagerado. Cuando comenzamos a unir nuestras dos especies, los seres humanos eran distintos –tal vez nosotros, los perros, también; pero no tanto-, recorrían los caminos libremente y sin reconocer al menos en parte de quién era el terreno de unos y de otros. Actualmente todo son trabas, aranceles y tributos. Yo no me había dado cuenta de este hecho ni siquiera cuanto tuvimos que venir acá en las tripas del enorme pájaro de hierro. Ahora huelo los pensamientos de Javi, su preocupación creciente y me invaden sentimientos de hastío de tristeza, de nostalgia de no sé de qué…

Estamos en un país extraño, sí. Y Javi sólo hace que trabajar, que reconciliarse en este sentido con la vida, sobreviviendo, labrándose sus propias oportunidades, aprendiendo a distinguir lo importante de lo nimio, luchando por un futuro mejor. No hace mal a nadie, y sin embargo ha de cumplimentar unos requisitos dictados por la ley humana de acá para que no le expulsen como si fuese un criminal o tuviera una enfermedad contagiosa. Lo más terrible de todo –y creo que allá en nuestra tierra no es diferente- es que para ser seres legales alguien te tiene que impeler en esto o tutelar tus pasos, es decir que tiene que confiar en ti; pero no sirve con cualquier humano; ha de ser uno de aquellos que dominan, o contratan, o llamarlo establecen la diferencia entre las orillas de los herederos y los desheredados. La ley humana es un túmulo de desigualdades y agujeros donde unos pocos sacan provecho y otros muchos se extravían para siempre.

Javi, en su esfuerzo, tiene que bregar con estas cuestiones además de todas las cotidianas. Es necesario que arregle sus papeles para que nuestra aventura pueda continuar desarrollándose y anda estragado con las emociones contradictorias que dicha situación le proporciona a cada segundo; los tremendos rechazos que ha de parecer por parte de otros humanos, la sensación de ser libre acaparada por un gendarme en una esquina, o una bibliotecaria que no le deja coger un libro, o por un médico que le niega la atención a su salud. Estoy segura que Javi piensa en el concepto de libertad y que juzga es una realidad que no puede darse en una dictadura, pero que se asfixia del mismo modo en lo que los humanos denominan democracia. Diferencian a los humanos que conviven, establecen un sistema de compensadas en la igualdad por unas desigualdades ingentes de riqueza que coloca a cada cual en su status adquirido.

Hoy la pradera se ha llenado de estos litigios, en la resaca mental de Javi, en la fragancia de sus pensamientos y sentimientos, mientras todos disfrutábamos de un día soleado, primaveral y verde, en el que soplaba una leve brisa del sur y las nubes iban unificándose amenazadoras aunque terminaron por seguir cada cual por su camino, sin disputas ni truenos hacedores.

Ahora Javi sentado en la puerta de la casa-chabola se fuma un cigarrillo contemplando el brillo de las estrellas distantes. Pareciera que por hoy ha saldado su deuda con las inquietudes, pero una reflexión se escapa de su cerebro que afirma que a la verdadera hermandad y al cariño no les hacen falta leyes.





Día 139

(Primavera loca)

Un gansito se ha ahogado en el bebedero, un pájaro de los que caza se ha chocado contra un cable por donde viaja la electricidad y ha estado aturdido varias horas hasta que sin más ha remontado de nuevo el vuelo, los animales extraños que viven en la montaña de palés han salido así a la luz del día, haciendo mal en acostumbrarse, rompiendo la uniformidad de sus costumbres, los caballos, el pony y los burros han salido del cercado y se han metido en el centro donde trabaja Javi, provocando un revuelo de gritos y aspavientos exagerados por parte del personal, los patos han estado peleándose todo el tiempo y las gallinas, superando su record, han puesto cuatro huevos. Negro de pronto a mordido al gallo (que se las lleva todas) y el pavo le ha dado por subirse encima del camión sin que nadie sepa la razón, si es que ha de haberla, ¿no?

Tal vez es este tiempo inestable, donde lo mismo hace mucho calor que baja la temperatura hasta saltar a un frío helado, donde llueve con intensidad y luego el cielo se abre aprisa, donde el viento convierte el sol en una esfera inútil que levanta el polvo del suelo y su ausencia en un calvario que adelanta y aproxima el todopoderoso verano que nos aguarda; tal vez este tiempo loco es el responsable de todos estos sucesos y comportamientos descritos.

Javi se ha ido trabajar y nos ha dejado a Che Lokita y a mí atadas con la cadena debajo del camión. A su regreso se ha ido a comprar con la bicicleta por la gran carretera hacia abajo y ha vuelto enseguida. El resto de la tarde la hemos pasado los tres, refugiándonos unas veces de la lluvia, otras buscando de beber por el intenso bochorno posterior, otras enroscándonos por la humedad no sé si álgida o gélida que en ocasiones traía el aire, otras tumbándonos a la sombra, otras saliendo a la luz del sol… y así hasta que ha venido la noche y con ella la estabilidad al ambiente.

Es como si alguien anduviera metiendo la mano en un sobre de recortes meteorológicos y los arrojara desde el cielo para que nadie en la tierra supiera a qué atenerse. Ahora Javi se ha desquiciado y está persiguiendo luciérnagas por toda la pradera. Lokita anda haciendo equilibrio en sus fauces con un par de huevos de ganso y yo misma tecleo en el ordenador de Javi para que queden registrados todos estos comportamientos excéntricos e incongruentes.





Día 140

(Regresa el frío)

Lo curioso es que anoche pasamos calor. Javi sudaba bajo las sábanas y daba vueltas sin poder dormir ni soñar. Los mosquitos acechaban y las arañas nos ayudaban tenuemente a contenerlos. Tal vez por ello decidió encender ese extraño artefacto con aspas que giran, que trajo ayer del trabajo y que echa muchísimo aire fresco si te sitúas delante. Al rato lo apagó y ya casi no había mosquitos, sólo alguno gordo y saciado con nuestra sangre y otros que intentaban escapar de las innumerables telarañas.

Esta mañana, al despertarnos, nos hemos dado cuenta que había regresado el frío. Javi ha tenido que ponerse un abrigo grueso y aunque Che Lokita ha salido a correr por la pradera, yo me he quedado tumbada en la entrada, sobre su colchón, hecha toda una bola de pereza y legañas. Después de sacar a los animales y de limpiar las cuadras, también de comprobar con tristeza que habían muertos dos gansitos (la balanza de la vida y la muerte cada día cambia y se desequilibra), y de distinguir con sorpresa que el burro macho ha saltado (o abierto sutilmente) la valla que da al centro donde Javi trabaja con los humanos especiales pastando feliz y despreocupado en el mismo lugar que ellos juegan o se sientan a tomar el sol, trayéndolo inmediatamente de regreso con sus compañeros, se ha aseado rápido, ha compuesto un poco la casa-chabola, ha desayunado un te con leche caliente, nos ha echado de comer, ha llenado de agua el estanque, ha comprobado una vez más que todo está bien y por último se ha ido a trabajar dejándonos atadas con la cadena bajo el camión junto a Negro.

El viento ha soplado del sur y casi pareciera que el invierno hubiera regresado de pronto. Aunque el sol ha estado presente desde el amanecer, no ha sido capaz de calentar la atmósfera y todos los animales andábamos como sin comprender lo que sucedía. Cuando ha llegado Javi por la tarde el viento se había calmado ya ligeramente, y con ello se ha suavizado el frío. Es como si una especie de nube helada e invisible hubiera atravesado la pradera durante la mañana. Así, no hace la temperatura alta de estos días atrás y es de agradecer.

Javi se ha marchado un rato sobre la bicicleta por la gran carretera hacia arriba. Ha vuelto con el rostro ensombrecido, como disgustado consigo mismo. La verdad es que desde que se fue Laurita sus ojos han perdido parte de brillo. Él trata de continuar como si nada pero le conozco y entiendo que deber ser difícil retomar la realidad sin compartir las alegrías o los esfuerzos con otros humanos afines o queridos.

Ahora le observo desde el colchón de gomaespuma mientras teclea incansable y me parece algo más viejo. Su corazón late con fuerza porque puedo escucharlo desde aquí, aunque huele a nostalgia cada latido momentáneo. Afuera se ha levantado de muevo el viento y el frío se siente dentro de la casa-chabola. Che Lokita duerme tranquila con la nariz enroscada en la tripa. Esta noche no va a ser necesario encender el ventilador y probablemente se habrán concedido una tregua temporal y positiva, las arañas, los humanos y los mosquitos.

viernes, 18 de octubre de 2013

Diario de una perra en Argentina (Semana 19)

Día 127

(Los gansitos)

Hoy nos hemos levantado temprano. Javi buscaba con el trabajo un olvido forzoso que trata de imponer para poder seguir luchando como el primer día. La ausencia de Laurita se percibe en cada rincón de la pradera, sin embargo ha soltado los bichos, limpiado sus cuadras, nos ha dado a todos de comer y ha compuesto la casa-chabola. Luego nos ha atado con la cadena bajo el camión y se ha ido a trabajar por el cercado con los humanos especiales. No sé si habrá hallado extraño que al abrir la puerta a los gansos éstos no han querido salir o ni siquiera lo ha notado con las prisas. Sólo después de que se marchara hemos entendido nosotras el porqué, y es que han nacido ya unos veinte gansitos a los que todo el clan rodean y protegen.

Las horas han transcurrido lentas. Ha hecho mucho calor y todos los seres de la pradera buscaban agua para refrescarse. Che Lokita es tan dormilona como yo y excepto alguna pelea entre burros y una visita de Javi en la que nos ha soltado para que corriéramos y jugáramos un rato, al igual que para sorprenderse de pronto por la multitud de gansitos que le han hecho sonreír y que le brillaran mucho los ojos, el día ha sido de lo más tranquilo.

Cuando ha vuelto por la tarde ha agarrado la bicicleta y se ha largado con prisas por la gran carretera hacia arriba para regresar justo para salvar a varios de los gansitos que se habían caído en el bebedero de agua y construir a continuación en él una rampa de salida y evitar así futuros accidentes, darnos un breve paseo con Negro y volver a irse a trabajar con los humanos especiales no sin antes atarnos otra vez con la cadena.

El tiempo ha ido dibujándose con la luz cada vez más flaca del atardecer. Los árboles imponentes mecían sus ramas con la brisa y sus hojas cantaban canciones desconocidas, meciendo el aire y los colores. Javi ha tornado a la casa-chabola ya de noche, entendiendo los nervios y la alegría de Che Lokita y mía al liberarnos de la cadena y empezar a saltar sobre él; cosa que a veces le disgusta, pero que hoy nos ha permitido, tal vez por habernos dejado tanto tiempo solas y atadas. Mientras nosotras deambulábamos por la pradera, él ha encerrado a los animales, se ha preparado algo de cenar y se ha puesto a teclear al momento en su pantalla.

Ahora le veo desde mi colchón sentado en la puerta de nuestra casa-chabola fumando un cigarrillo, contemplando a las espléndidas estrellas distantes y la silueta borrosa de los árboles imponentes. Lokita se encuentra a su lado y su mano la acaricia sin mirarla. Yo bostezo de sueño cuando el viento hace que algunas ramas rocen contra el techo de chapa. Suenan en la lejanía varios ladridos de perro, el croar de un millón de ranas cantando una canción a la diosa lluvia y también las voces de las estrellas en las que Javi piensa cuyos destellos hacen brillar muy fuerte sus ojos.

Día 128

(La influencia de Che)

El sol se ha alzado sobre los árboles imponentes con mucha fuerza. La tierra se ha secado con su aliento y los bichos de la pradera lo hemos sentido desde el amanecer. Javi ha soltado a los animales, ha terminado las tareas, ha comprobado más nacimientos entre la comunidad de gansos, también que los patos no se acercan a la casa-chabola tal vez porque Che Lokita los persigue ladrando y la tienen miedo. Luego se ha marchado a trabajar y no ha vuelto hasta la tarde. Lentamente me voy acostumbrando a la presencia de Lokita y ya apenas le enseño los dientes. No ocurre lo mismo con otros animales. Los gansos cierran el círculo y sisean como serpientes cuando se acerca, el pavo la ignora y le funciona, los patos son los peor parados porque como ya hemos dicho la temen aunque creo que exageran, al igual que las gallinas. Yo no sé si estará relacionado pero ya llevan dos días sin poner un huevo y una prácticamente no sale del interior de la caseta de Negro. A Negro le debe de caer muy bien, porque cada vez que puede le lame el hocico, al igual que a los caballos, que son impertérritos. Sin embargo con los burros tiene verdaderos problemas de convivencia y cualquier día, de tanto ladrarles e importunarles, se va a ganar bien merecida una coz.

Cuando Javi ha vuelto de trabajar, casi al momento, se ha ido sobre la bicicleta por la gran carretera hacia arriba y ha estado varias horas fuera. Tanto calor ha conseguido crear nubes inmensas en el cielo, que al hacer concilio han formado una gran tormenta justo cuando se marchaba. Relámpagos amenazadores caían a lo lejos el iluminaban un fondo gris de oscuridad precoz que traía la tarde.

Al volver Javi parecía contento, a pesar de hacerlo empapado y con una sombra ignota en los ojos que no alcanzaba a desvanecer su brillo. Entonces ha encerrado a los animales, ha contado a los gansos (había uno menos), ha comprobado que las gallinas han seguido sin poner, y nos ha soltado a nosotras para que corriéramos libres al fin por la pradera junto con Negro, que extrañamente no se ha escapado y ha obedecido los silbidos y las caricias de Javi.

La noche se ha adelantado y la lluvia ha alimentado de vida la pradera e igualmente los sueños de los seres que descansaban ya en sus distintos refugios. Javi se ha puesto a teclear unas horas mientras que nosotras tratábamos de cazar alguna rata y olisqueábamos rastros, cuando ha terminado tenía esa cara de satisfacción que conozco bien y que únicamente le da cuando consigue imaginar otros mundos con un lápiz y tres dedos. Después se ha sentado en la puerta de la casa-chabola para contemplar los rayos increíbles y la intensidad de la lluvia que unido a nuestro pensamiento creaban un halo extraño haciéndonos sentir una afinidad con su interior que muy pocas veces he sentido, y que huele siempre a tierra y hierba mojada.

Ahora que ya duerme, huelo sus sueños y percibo que está volando por encima del océano y alcanza unas montañas familiares cuyas cimas recorrimos juntos tantas veces en las que los suyos le preparan una fiesta de bienvenida en la que suenan guitarras, tambores y palmas, corre el alcohol como arroyos infinitos y todas las estrellan están reunidas en una constelación de afecto y cariño eterno.



Día 129

(El caballo Pepe)

El día ha estado cargado de normalidad. La lluvia que descargó ayer tormenta ha dado paso a un sol espléndido que secaba gota a gota la pradera, y salvo que Che Lokita ha intentado comerse a uno de los gansitos (hay otro menos), por lo que se ha ganado un manotazo de Javi en el hocico que le ha valido para entender dónde se haya el límite y desarrollar así su instinto de hermandad, que se ha medio caído una valla del corralón, que las ratas han vuelto a aparecer para traer de nuevo la muerte, que Negro, desconocemos el motivo, no quiere comer y que el pasto comienza a escasear, no ha ocurrido nada mencionable.

Javi se ha ido al trabajo y ha regresado muy cansado. Nosotras, atadas con la cadena prácticamente todo el día bajo el camión, hemos estado dormitando todo el tiempo. No obstante, en vez de descansar, ha preparado a uno de los caballos para montar y ha estado paseando sobre él un buen rato por la pradera mientras Che Lokita y yo les mirábamos algo celosas. Cuando han terminado Javi le ha estado cepillando, y después le ha dado un cubo de avena en tanto le hablaba despacito al oído. Es la primera vez que Javi consigue montarle y dirigirle como si fuera parte de sí mismo y por ello, al despedirle, le ha llamado Pepe (el caballo ha debido decírselo) y éste va a ser su nombre ya para siempre. Y es que los caballos también pueden llegar a tener relación muy cercana y vinculante con los humanos. Al fin y al cabo llevan como nosotros milenios conviviendo con su especie.

Ahora que está fumando en la puerta y le veo contemplar las estrellas lejanas, recuerdo que en muchas ocasiones en sus sueños aparecen caballos y que para Javi son seres muy especiales. Es una de las razones por las que vinimos acá, para aprender a tratarlos y conocer costumbres y sentimientos. Seguro que Pepe le va a ayudar a lograrlo. Tiene el corazón muy grande, tanto que cuando te acercas a él, se escucha su latir poderoso. Esto hace que el tuyo se acompase. Como sucede en este instante, en que Pepe se acerca lentamente a Javi, olisque curioso la entrada de la casa-chabola y Javi se ríe preguntándose seguramente si podrá ser capaz de encontrar un trozo tan grande de colchón de gomaespuma.



Día 130

(Fuga compartida)

Aunque hoy no le tocaba, Javi ha ido hoy también a trabajar. Por ello se ha levantado a la misma hora, ha soltado los animales, ha limpiado las cuadras y nos los ha dado de comer mientras Che Lokita y yo nos escapábamos por un camino que bordea la pradera y que se pierde entre los campos de flores.

Al escuchar los silbidos de Javi hemos vuelto enseguida, pero nada nos ha librado de la cadena. Javi ha compuesto rápido la casa-chabola y se ha marchado de inmediato para volver por la tarde y nuevamente marcharse en el vehículo colectivo por la gran carretera hacia abajo. Al regresar a la pradera venía cargado con bolsas de comida y cara de haberse agotado. Con todo, en tanto nosotras corríamos felices y jugábamos por la pradera, él ha estado tecleando y fumando en la puerta de la cas-chabola. Sin saber muy bien el porqué Che Lokita y yo nos hemos escapado otra vez aprovechando que Javi se hallaba distraído en su tecleo. Hemos ido así por el mismo camino pero mucho más lejos, tanto que nos hemos podido escuchar los silbidos de Javi. De este modo hemos deambulado varias horas por los campos de flores, acercándonos tímidamente a los cachorros humanos de los trabajadores, haciendo nuevos amigos perros y marcando con nuestro orín mil y un rincones desconocidos hasta llegar a una especie de marisma inundada de agua. Entonces Lokita y yo hemos estado chapoteando y nos hemos puesto hasta las orejas de fango.

Lo más extraño del asunto es que Javi no ha venido a buscarnos en ningún momento. Eso sí, al regresar nos ha regañado con preocupación, nos ha atado con la cadena junto al abrevadero de los caballos y los burros y nos ha bañado con la manguera para quitarnos todo el fango pese a nuestras protestas y gemidos, sobre todo los de Che Lokita, tal vez poco acostumbrada y desconocedora de éstas costumbres humanas por la limpieza en pos del equilibrio.

Tal vez lo más importante todo es que esta aventura relatada, esta fuga compartida, nos ha unido mucho a Lokita y a mí. Y por ello ahora, descansamos nuestros quebrantos, bajo el camión, compartiendo también la cadena, la cena y el cariño de Javi que nos observa a ambas sonriendo.

Día 131

(La bicicleta)

Bicicleta por acá y por allá; todo el día Javi subido sobre ella, frenéticamente, y mientras nosotras atadas con la cadena bajo el camión oxidado de calor, esperando, esperándole, y el pájaro que caza cazando un gansito, y Negro acurrucado junto al gallo y las gallinas que siguen sin poner huevos, y los caballos, el pony y los burros tumbados a la sombra de los árboles inconmensurables, y los patos en el agua sucia de la charca, y los pájaros de colores chillando y trazando círculos en el cielo, y el pavo abanicándose la asfixia con su linda cola, y las ratas de nuevo desaparecidas, tal vez compitiendo en la profundidad de sus túneles con los animales extraños que viven bajo la montaña de palés que cada vez son más y más asustadizos.

Y más bicicleta, sí, hacia arriba y hacia abajo por la gran carretera. Javi oliendo a expectativas, a humo, a parque, a comida preparada, a silencio de multitud humana, a alegría, a ilusión. Un montón de hierros viejos sobre dos ruedas con el que los humanos se desplazan con deleite y equilibrio.

Lokita y yo estamos muy enfadadas. Hoy nos ha hecho poco caso, se podría decir que ninguno. Su mente estaba centrada en cuestiones humanas que se nos escapan y que no entendemos ni casi queremos entender. No obstante, a pesar de nuestro enfado, ahora que Javi viene de vuelta a la pradera, movemos al unísono el rabo convirtiendo nuestra frustración al toque en una inmensa e incontrovertible felicidad momentánea.



Día 132

(Tenemos visita en la pradera)

Al despertar, hoy a Javi no le salían las cuentas de los gansitos. Se ve que varios han muerto. Esto ha hecho que el día comenzara un poco triste. Sin embargo una visita inesperada ha venido para alegrarle el corazón. Aquel humano que vivía con nosotros en el sitio de los perros, su cachorra, el que vivía a nuestro lado y la humana que casi siempre estaban con él, han llegado de improviso (tal vez Javi sí los esperaba), y aunque no han traído a Noa, al menos me han alcanzado su olor.

La cachorra, al principio, parecía muy asustada de todos los animales aunque luego quería tocarlos a todos, subirse en ellos, darles de comer. Ha disfrutado muchísimo y luego no se quería ir. Javi ha estado enseñándoles la pradera y la casa-chabola a los otros, que sonreían con una y negaban con la cabeza con otra. Han estado bebiendo vino y hablando a la sombra, disfrutando de la belleza de los animales y de los árboles imponentes.

Más tarde Javi se ha marchado con ellos para volver ya entrada la noche, con una indigestión de asado y mentiras. Con todo parecía alegre y se ha puesto a teclear durante mucho tiempo.

Antes de echarse a dormir ha estado mirando a la luna extraña, que va llenándose lentamente cada noche y a las estrellas distantes, tal vez recordando aquellos días en que vivíamos en el sitio de los perros, con esos dos humanos incoherentes, junto con Noa, Romeo, los perros callejeros de nuestra calle, al comienzo de esta aventura que yo os voy transmitiendo.

Y debe ser que sí, porque ahora huelo manifiestamente los pensamientos que fluyen de su cabeza y lo que expresan es que siempre estará agradecido y en deuda por la ayuda que le prestaron, pero que estamos ahora mucho mejor, libres de sus enredos e inconsciencias construyendo los cimientos de una nueva vida en esta pradera y esta casa-chabola humilde y maravillosa.



Día 133

(Festividad de Colón)

Hoy ha empezado el día con el mismo estrago triste de ayer. Cuatro gansitos habían desaparecido y cuando Javi ha tratado de indagar sobre lo ocurrido, ha visto cómo una rata estaba devorando los despojos de uno dentro de los corralones. Che Lokita y yo la hemos perseguido, dándola caza antes de que se ocultara en una de las entradas de su guarida.

Así, habiendo vislumbrado al menos una parte de la verdad, Javi ha estado varias horas tapando los agujeros y grietas en el vallado de madera del corral de los gansos. Lo ha hecho con tablas, plásticos y piedras, meticulosamente, intentando de evitar en lo posible la muerte de otros gansitos indefensos.

Luego, durante el resto del día ha estado descansando. Lo cierto es que hoy tendría que haber trabajado, pero se ha quedado en casa; por lo que Che Lokita y yo hemos estado muy contentas al no tener que permanecer atadas con la cadena bajo el camión. Como ha hecho bastante calor, todos los animales buscábamos la sombra fresca de los árboles y las fuentes de agua. Javi, justo después de marcharse con la bicicleta por la gran carretera hacia arriba y de regresar algo alterado y sombrío, expresando preocupación en su mirada, ha estado leyendo, tecleando, dibujando, fabricando pendientes y escuchando música en su pantalla, que para él son sin duda las actividades más relajantes y positivas. Le faltaba tal vez montar un rato a Pepe, y así lo ha dispuesto. Parece tener con él una relación cada día más profunda, llena de complicidades y sentimientos contiguos. Después ha soltado a Negro y ha dejado que juegue con nosotras por la pradera.

Cuando la noche ha descolorido el azul del cielo, oscureciéndolo y ha llamado a su presencia a todas las estrellas distantes, hemos cenado los tres, bueno, también Negro, aunque ya atado. Luego ha encerrado a los animales y se ha sentado en la puerta de la casa-chabola a fumarse un pitillo. Sus pensamientos podían olerse de forma nítida. Estaban sin duda puestos primero sobre su familia, luego sobre el futuro incierto, para continuar dirigiéndose por último hacia el presente. Hay algo que me ha sorprendido de sus reflexiones. Hoy debía celebrarse una festividad humana, y por ello Javi no ha tenido que ir a trabajar. He distinguido claramente en su mente cómo tres barcos enormes de madera llegaban por el océano a las costas de este continente, colocando inmediatamente una bandera con una cruz en la playa que era en verdad un yugo, y uno al que llamaban Colón, que hacía de jefe de todos aquellos humanos, se frotaba las manos codiciosamente mientras los indígenas y otros seres los observaban perplejos desde los bosques interiores con una mezcla de miedo y curiosidad.

Justo cuando el mencionado e ilustre personaje ponía un pie sobre la tierra, una de rata que había viajado en las tripas de los barcos, hacían lo mismo, y ambas ratas tenían la única misión de conquistar aquel nuevo mundo que nunca lo fue ni ya nunca lo sería para quienes siempre vivieron en él.

miércoles, 9 de octubre de 2013

Diario de una perra en Argentina (Semana 18)

Día 120

(Los celos y Che Lokita)

El aprendizaje no es fácil. Y más cuando el tiempo muerde su manzana y recuerda y dispone a la vez para revolverlo todo y alimentar de forma absusrda la realidad. Yo enseño a Lokita; Javi me enseña a mí; todos instruimos a Javi, y como en un círculo interminable, la luz viaja de unos a otros sin extinguirse y con una velocidad aterradora.

Hoy he sentido celos de Che Lokita y la he mordido. No entiendo bien el por qué, pero ha ocurrido así. Ella revolea jugando a los patos o a los gansos y ladra sin parar a los burros y a los caballos. No es por justificarme ni por crear una grieta entre nosotras. Entonces Javi se desespera y Laurita frunce el ceño. Cuando los árboles imponentes son ya un universo de hojas y sombras y la pradera entera rebosa de vida y conocimiento, de verde que late con el aire y las horas. No puede existir una razón sólo. Es algo que sale tanto del corazón como del cerebro.

El día ha sido tranquilo. Laurita faenando en la casa-chabola, Javi donde los humanos especiales, y a su regreso, se han ido caminando juntos por la gran carretera hacia arriba seguramente para hablar con los suyos y compensar así su melancolía y sus dudas. Che Lokita y yo hemos compartido cadena y espera. Y al atardecer el amor humano manifestándose bajo las sábanas, con besos y palabras llenas de cariño y ciencia, y el paseo posterior con Negro mientras las primeras estrellas iniciaban su intensidad en un cielo azul oscuro y los animales extraños que viven bajo la montaña de palés comenzaban a salir para sostener su comunidad misteriosa.

Ahora todos duermen en tanto yo repaso lo vivido. Las cosas van a ser más difíciles para Javi con una boca más que mantener a su cuidado. Tiene que educar rápido a la cachorra pues si no cualquier día va a matar a uno de los bichitos de la pradera u otros la van a malherir a ella. El tiempo se desliza y a veces corre. Debo ayudarle y portarme bien con Lokita. Yo, que siempre fui incluida y aceptada en muchas anteriores, tengo que controlar mis celos y velar por el equilibrio de esta nueva manada.



Día 121

(La villa)

Este día ha pasado con una celeridad extrema, como si algo o alguien lo empujaran por detrás. Mis celos van aplacándose aunque a veces resurgen. Laurita no se hace con Che Lokita y ha tenido que atarla con la cadena en la puerta de la casa-chabola. Javi ha vuelto del trabajo cansado y con todo se han marchado después con un humano y una humana que trabajan con Javi, que huelen muchísimo a bondad y que han venido a la pradera a buscarlos. Che Lokita y yo nos hemos quedado atadas con la misma cadena junto con Negro contemplando la paz del resto de animales que viven con nosotros, su armonía y su equilibrio. Hay ocasiones en las que siento envidia de ellos, de su libertad innata; no tratan de escaparse aunque sin duda podrían, unos volando, otros saltando por encima de las vallas o colándose por entre los alambres. Hasta los árboles imponentes parece que en cualquier momento podrían irse de aquí, pero que finalmente deciden quedarse por una ley afectiva que los aferra a la tierra que los ha sustentado durante siglos.

Cuando Javi y Laurita han regresado con nosotras olían a casa humilde, a barriada peligrosa, a gente humana pura y amable que dan más de lo pueden sin aguardar nada a cambio y viven sin demasiadas complicaciones abstractas aunque con muchos apuros materiales. Ahora que duermen abrazados, sonriendo, huelo sus sueños y veo la villa en la que han estado. Las casas arracimadas junto a las vías del tren, los cachorros humanos sucios y descalzos corriendo por las calles de tierra, la ropa tendida en cualquier cable, los autos quemados, la basura acumulada, las miradas desconfiadas de algunos humanos y las limpias de otros, los chavales humanos perdidos pasando sobre motos robadas y sus madres inconsolables detrás de una ventana de violencia y sombras que colocan en el puchero verdades y mentiras y algún pedazo de carne. Nosotros pertenecemos ahora a este mundo más que a ningún otro. Nuestra casa-chabola es incluso más modesta que cualquiera de aquellas y la vida que llevamos así lo indica. Creo que Javi pretende aportar algo de luz dentro de estas realidades presentes que nos rodean. Es uno de sus deseos más profundos y una de las cuestiones por las que aquí ha venido. Y es que piensa que pertenecer a todos los universos dados es como vivir varias vidas a la vez.





Día 122

(Gallo sobrevive de milagro)

Hoy ha venido el dueño de la pradera. Cuando Javi ha llegado de trabajar ha visto su furgoneta roja aparcada en el borde del camino y paseaba con unos cuantos perros de los que corren como el viento por la pradera. Laurita ha tenido un día parecido a otros, afanada en las tareas de la casa-chabola, limpiando las cuadras y ayudando en la cotidianidad a Javi con su cariño inagotable y su ternura. Javi siempre frunce el ceño cuando ve al dueño porque este humano no le gusta. Yo lo noto y Che Lokita también, tal vez porque huele a codicia y agresividad, a engaños e inconsciencias de todo tipo, a dominación reinventada y sucia, a maldad provechosa. Los caballos, el pony y los burros se acercan a él con las orejas hacia detrás, como esperando del mismo modo un latigazo o un poco de pan. Los patos los gansos y las gallinas le rehúyen y aunque siempre sonríe, su sonrisa es conveniente, al igual que todos sus gestos. Javi ha estado hablando con él un rato mientras Laurita se fumaba un cigarro en la puerta de casa y al volver traía cara de preocupación e incertidumbre. En una de esas Javi ha mirado hacia la pradera y ha visto cómo uno de los perros del dueño perseguía al gallo y terminaba mordiéndolo y zarandeándolo en tanto sus compañeros llegaban para hacer lo mismo. El dueño los llamaba y silbaba pero no le hacían caso y cuando ha llegado para sujetarlos el pobre gallo se encontraba malherido, rodeado de sus propias plumas manchadas que hacían un gran círculo sobre la hierba. El dueño lo ha agarrado por las patas y parecía que estaba muerto, pues su cabeza colgaba sin vida, aunque no era así. Lo ha traído hacia la casa-chabola sonriendo mientras Javi y Laurita negaban con la cabeza y los ojos humedecidos. El caso es que cuando lo ha dejado otra vez en el suelo el gallo ha salido de este estado y se ha ido corriendo hacia el corral temblando de miedo y allí se ha quedado sin moverse. La suerte ha querido que el perro, que es todavía un cachorro, lo agarrara del lomo en vez del cuello, aunque no podíamos saber si sobreviviría.

Ha sido un alivio para todos cuando el dueño junto con los perros que corren como el viento se han marchado de la pradera. Javi y Laurita lo han hecho también, poco después, no sin antes dejar al gallo unos granos de maíz, para regresar horas más tarde, ya entrada la noche y no por lugar de siempre, sino por otro lado del cercado de alambre. Che Lokita y yo las hemos pasados aburridas bajo al camión, contemplando los quehaceres de todos, el pastar tranquilo unos, el chapoteo alegre de otros, la tarea incansable de las ratas, el misterio de los animales extraños, o la locura de los pájaros de colores, chillando por cualquier cosa mientras sobrevolaban la altura de los árboles imponentes.

Ahora, ya preparados nosotras para dormir, casi deseando entrar en la casa-chabola y colmar así nuestros colchones de gomaespuma con el peso de nuestro cuerpo, con la seguridad de permanecer allí dentro con los humanos a quienes amamos, vemos la delicadeza de Javi y Laurita interesándose por el estado del gallo, al que como advierten subido en su palo de siempre, rodeado por las cuatro gallinas, con la cresta enhiesta aunque con menos plumas, se abrazan felices y entramos sin otras trabas a nuestro humilde refugio sabiendo que todos los seres se encuentran ya a salvo y que ha llegado el instante de descansar y de olfatear sueños hasta el canto del hermano gallo mañana nos despierte.





Día 123

(Olores de la gran ciudad)

Hoy ha sido uno de esos días extraños en los que la alegría humana se contrapone a la de nosotros, los perros. Ocurre a veces. Observamos a los humanos de nuestro alrededor abandonarnos mientras ellos se van tan contentos a donde sea sin pensar -tal vez sí- en nuestras circunstancias.

Hoy Javi y Laurita, temprano, después de sacar a los animales y componer las labores cotidianas, se han marchado juntos en el vehículo colectivo por la gran carretera hacia abajo y no han vuelto hasta que ya era completamente de noche, cansados pero con cara de satisfacción y encima regañándonos porque de la alegría que nos da trepamos por sus piernas, revoleamos los cacharros y los baldes y levantamos el polvo del suelo al mover tantísimo el rabo. Y no nos hace falta acompañarlos -aunque nos gustaría y seamos de alguna manera conscientes que van a lugares que no nos son permitidos a nuestra especie, muy a su pesar-, porque nos traen su olor, que para nosotros es como si nos mostraran una especie de álbum de fotografías. Por ello tanto Che Lokita, o Negro, como yo misma sabemos, casi como si hubiéramos estado a su lado, que han pasado todo el día en la gran ciudad porque huelen a asfalto y velocidad, a acero y cristal, a enormes aglomeraciones humanas, a parque y a subterráneo, a carne asada, a dinero, a espíritus atrapados. Y entre estos aromas encontramos calles larguísimas y amplías, donde los humanos corretean como hormigas, e igualmente otras más pequeñas, con casas pintadas de colores y forradas de chapas de metal, o edificios impresionantes donde la miseria entró para no salir o arboladas y hierba que oxigenan el aire viciado e impuro, y todo esto a la orilla de un río turbio y poderoso que de tan ingente parece mar. Como digo no nos sorprende, aunque encantara acompañarlos para poder así vivirlo junto con ellos.

Pero hoy encima todo se ha alargado un poco más. Luego de venir y de descansar un rato, han llamado con su teléfono y unos minutos más tarde han vuelto a marcharse, dejándonos de nuevo atadas con la cadena debajo el camión. Che Lokita y yo nos mirábamos sorprendidas y con una resignación tranquila que casi les ha sorprendido a ellos también.

Ahora tornan a la pradera y nos hallan como siempre esperándolos, con idénticos ladridos y movimientos nerviosos de rabos y patas. Una única advertencia olfativa nos basta para comprender que han estado de bares, escuchando música y pasándola bien. Hoy las horas y los contextos han separado a humanos y perros por cuestiones que a unos y otros se les escapan. Cuando Laurita anoche soñó que vivíamos todos juntos (también con la familia y amigos de Javi) en una especie de cueva maravillosa, en la que la felicidad era una constante y el esfuerzo una forma de belleza y hermandad indestructibles, allá todo esto . No obstante todo pasó, y juntos nos metemos a la inmensa paz de un refugio que es república entre especies y que llamamos razonablemente -aunque no lo sea en verdad, pues no nos pertenece- nuestra casa-chabola.





Día 124

(El castigo y la recompensa)

Muy a pesar nuestro se ha repetido el día de ayer, con la diferencia de que tal vez todo haya sido provocado por mi mala conducta y por no pensar adecuadamente en las consecuencias. Y es que me ha podido el instinto de comer por encima de cualquier prudencia intuitiva o aprendida desde que conozco a Javi.

Javi y Laurita se han levantado algo más tarde que otros días. Javi se ha afeitado y Laurita ha preparado el desayuno. Todo parecía tranquilo y Lokita y yo correteábamos fuera de la casa-chabola olisqueando rastros o mordisqueando algún hueso. No sé porque me ha dado, pero he observado que uno de los nidos de los gansos situado en medio de la pradera estaba sin su protección habitual y me he dirigido hacia allí. Nunca lo había hecho antes, no obstante se me ha despertado un apetito absurdo y me he puesto a comer uno de los huevos. Lokita, que desde que se vino con nosotros encuentra aprendiendo muchas cosas conmigo, se ha acercado también y las dos hemos continuando devorando otros huevos hasta que Javi, que nos ha debido ver desde la puerta, no ha llamado muy enfadado y nos ha golpeado con su mano en la nariz (que yo recuerde sólo lo ha hecho en otras tres ocasiones y en todas había ocurrido algo muy parecido), para luego atarnos con la cadena bajo el camión sin hacernos ya el menor caso, ni siquiera para mirarnos una sola vez.

No puedo saber si el hecho de que después se hayan vuelto marchar todo el día esté relacionado con el episodio relatado o ya lo tenían pensado con anterioridad (lo más probable es que sí, aunque el sentimiento de responsabilidad me lleva a dudar y está bien que así sea). Nuevamente han debido estar en la gran ciudad, porque a su vuelta, olían prácticamente a las mismas cosas, aunque por suerte hoy se han quedado en la casa-chabola, pienso yo, por lo cansados que se estaban.

En mi espíritu de restaurar un poco el mal hecho, y dado que he tenido muchas horas para reflexionar sobre lo ocurrido, he intervenido cuando después de soltarnos, Lokita se ha puesto a ladrar y a perseguir a los patos, enseñándoles los dientes. Javi y Laurita me han recompensado con muchas caricias y mimos al ver que también enseño a la cachorra cuestiones necesarias y transcendentes que ha de desarrollar pronto y que se van a dar cada día en nuestro futuro próximo. No puedo explicar completa ni razonadamente la diferencia entre aprender por las buenas o por las malas; aunque Javi y Laurita me han mostrado que se quizá hay que ser al mismo tiempo contundentes y cálidos.





Día 125

(Simplemente amor)

El sol ha llenado el cielo y la pradera desde la mañana. Javi hoy se ha ido a trabajar aunque ha venido durante sus descansos, la primera vez acompañado con una de sus compañeras humanas, que he reconocido de inmediato al oler en ella nítidamente aquellas telas que Javi colocó en el interior del horno que fue mi cama y la de Noa durante las frías noches de invierno en el sitio de los perros, la segunda por una sonrisa indescifrable que acomodaba sobre su amiga como el mejor de los continuos, y la tercera con ganas de acabar, para estar ya todos juntos, para reír y charlar y dormitar y amar y contemplar. Las horas parecían fugarse así como nubes aisladas llevadas por la brisa. Che lokita, Laurita y yo nos hemos levantado más tarde y aunque Laurita se ha marchado un rato por la gran carretera hacia arriba, las perras hemos tocado en lo posible esta fórmula conveniente, y salvo algún disturbio de Lokita revoleando a los patos o saliéndose del cercado de alambre, no ha habido otra cosa en el ambiente de la pradera que una paz ganada a pulso.

Laurita tambien ha estado cosiendo, y cuando Javi ha regresado juntos han atado una bandera de colores en la rana de uno de los árboles que dan sombra a nuestra casa-chabola. Luego, como si de una magia de la vida lo dispusiera para ellos han podido observar lo que nosotras ya habíamos hecho desde por la mañana. Y es que varios huevos se han abierto esta noche tal vez con el delgado jirón que componía a la luna extraña, y han nacido unos pollitos gruesos, de plumón muy amarillo, que en ese instante corrían detrás de su madre y abrigados por todos los gansos del clan, creando un círculo protector. Los humanos enlazan muy pocas veces las buenas señales a ellos mismos, sin embargo no es el caso de Laurita y Javi. Poco despúes se amaban bajo las sábanas y salían de nuevo a verlos, para salvar a uno que se había caído en el bebedero asido por el barro, a susurrar a los caballos y a los burros, a jugar con nosotras, a contar los patos y las gallinas, a conjurar venganza junto con el gallo. Las ratas han desaparecido. Pienso que el viento y el calor que se han levantado esta tarde las auyenta. Los últimos rayos de sol han embellecido con matices dorados a todos los seres y al entorno. No obstante había cierta tristeza en todo esto, una tristeza que todos notábamos y que nos hacía preguntarnnos, por qué a nuestros dos queridos humanos se les humedecían los ojos ciertas veces, por qué Laurita componía su mochila miestras Javi le hablaba y le sonreía solícito, porque han estado bebiendo y riendo hasta tan tarde mirándose tanto fijamente a los ojos como ansiando la tremenda habilidad de no olvidar nunca esos momentos irrepetibles, por qué si el amor era como dicen simple todo parecía zozobrar y removerse en ondas tan inquietas como tranquilas que una y otra vez surgían y se desvanecían en la profundidad de sus respectivas miradas humanas?



Día 126

(La estrellita vuelve al cielo lejano)

Ha sucedido y esta vez no ha habido ningún olor que me lo advirtiera. Tal vez el profundo cariño que emana a veces entre dos humanos nos impida entender a los perros de un modo cabal las situaciones y las circunstancias y, que como si fuéramos seres más simples de lo que somos en realidad, simplemente nos acostumbramos a lo bueno sin meditar si lo bueno durará o si se va transformando en algo aún mejor… o peor… o qué sé yo.

Javi y Laurita se han amado bajo las sábanas al despertar. Después se han vestido, aseado, amarrado las cosas de Laurita y han desayunado muy rápido. Un humano y una humana que trabajan con Javi y con los que hace unos días se marcharon para conocer su casa, han pasado por la nuestra, aunque otras veces también lo hicieron. Después de que èstos se fueran, se han abrazado y han cargado entre los dos con ellas y nos han atado con la cadena bajo el camión. Yo miraba a Javi y Che Lokita no entendía nada. Laurita ha empezado a llorara y a darnos muchos besos a las dos diciéndonos que nos portáramos bien, que nos iba a echar a las dos mucho de menos, que había estado muy agusto con nosotras, que nos deseaba la mayor felicidad y que cuidáramos mucho de Javi y que nos llevaramos como hermanas entre nosotras y con el resto de los animales. No ha habido más. La estrella se marchaba, y aunque alguna vez ha mirado hacia atrás conmovida, no ha querido avivar ni un instante nuestro tremendo desasosiego (ni tampoco el suyo).

Así, se han ido de la mano caminando juntos, como otras tantas veces por la gran carretera hacia abajo, felices como siempre, cargando no obstante sobre sus hombros y brazos, dentro aquellas bolsas y mochilas, una pena inmensa por la nueva separación, por dejar atrás días tan increíbles, tan inolvidables, tan llenos de ilusión y optimismo.

Javi ha regresado al mediodía, oliendo todavía a ella, y enseguida se ha puesto a teclear. Ha arreglado un poco la casa, ha comido algo y ha estado contemplando la belleza de la pradera y de todos sus seres. La bandera ha ondeado con fuerza porque se ha levantado viento del sur. Los pollitos seguían a su madre custosiados por un círculo de alas y picos. Laurita ha dejado tras de sí un poso de paz y color que nada ni nadie va a poder borrar. Quizá por ello todos estamos algo tristes y sentimos mucho su ausencia; tal vez así la luz de la tarde no ha estado golpeando el corazón y la mente adormeciéndonos, provocandonos un profundo sueño que nos intentaba atrapar sin conseguirlo.

Javi sabe que Laurita va a volver, y nosotras lo mismo. Sólo esperamos que ella nos vea desde la distancia que nos separa también como estrellitas que ahoran forman parte de una constelación abierta donde simpre tendrá su refugio y un amor incondicional. Que sea feliz y que ilumine a todos aquellos con quienes se encuentre, y que algunas noches nos contemple como todos nosotros lo hacemos sobre los árboles incomensurables de la pradera,

Y es que inexorablemente llega el momento en que las estrellas que fueron calor y guía, deben regresar al cielo lejano de donde vinieron un buen día. No se descomponen en átomos de hidrogenó ni estallan ni dejan de brillar, no se desesperan ni un pequeño ápice ni les asalta la terrible incertidumbre con escenas ni promesas improbables; son fuertes y buenas, y sobre todo están hechas de un núcleo de respeto y humanidad que las hacer brillar en el universo durante millones de años haciendo brotar de sí todos los elementos que hacen posible la vida.

martes, 1 de octubre de 2013

Diario de una perra en Argentina (Semanas 16-17)

Día 106

(Por fin para de llover)

Aunque parecía que no iba a parar nunca, hoy ha cesado la lluvia, y tímidamente ha salido el sol, aunque para esconderse de nuevo después con muchas nubes enormes que traía por el cielo el viento y la brisa del sur. Muy rápido se ha ido secando la pradera y los charcos formados y ya por la tarde el barro se ha ido endureciendo hasta compactarse de nuevo en tierra. Los gansos y los patos chapoteaban en el estanque y los caballos y burros comían pasto sin tregua. Laurita y yo hemos estado todo el día juntas, ella componiendo la casa, ayudando a Javi a limpiar las cuadras y los corralones y echando de comer a los animales, y yo correteando por la pradera o dormitando debajo del camión o en mi colchón dentro de la casa-chabola. Por eso hoy Javi se ha podido levantar un poco más tarde para irse al trabajo.

Cuando ha regresado se han ido los dos caminando por la gran carretera hacia arriba y han vuelto poco después muy contentos y hemos dado un paseo con Negro. Todavía hacía un poco de frío por lo que Javi ha encendido otra vez la salamandra al caer la tarde. El día ha sido muy tranquilo. Laurita pintando unas cartulinas de colores; Javi tecleando y preparando una rica cena; o los dos amándose como sólo los humanos se aman, comiéndose a besos, enredándose entre las sábanas.

Por la noche estaban ambos un poco cansados; igual que yo. Todos estamos muy contentos de que haya dejado por fin de llover y esperamos ansiosos a que mañana salga el sol y siga secando y calentándolo todo. Javi y Laurita no parecen necesitarlo, pero ahora que duermen y puedo oler sus sueños, se sueñan juntos persiguiéndose y riéndose en mil y un lugares distintos e iluminados por un sol inmenso, que les hace brillar mucho los ojos y les pone la piel morena de felicidad.

Día 107

(Feliz con Laurita)

Me encanta que Laurita esté aquí con nosotros. Aparte de que Javi está completamente feliz con su presencia y su cariño nos hacemos las dos mucha compañía y no me tengo que quedar atada con la cadena cuando Javi se va a trabajar con los humanos especiales. Es una humana única y puedo oler todo el amor que nos tiene a mucha distancia y de forma tan nítida y trasparente que se reflejan en ella los árboles y las montañas y el cielo con todas sus nubes. Es tan buena que casi nunca piensa en ella antes que en nosotros dos, pero como Javi también es así entonces todo se compensa y se pasan los días regalándose instantes irrepetibles. Unas veces habla mucho y otras escucha y siempre siempre trata de estar contenta y de aportar y contribuir con su afecto y su paz. Esta mañana nos hemos ido a dar un paseo por la gran carretera hacia abajo y enseguida ha hecho muchas migas con todos los animales, también con Negro que no para ni un momento de reclamar su atención ladrando y moviendo el rabo.

Y es que su corazón es de colores y sueña y construye a cada paso que da. En el fondo, aunque se nota que es una humana fuerte y decidida no ha perdido la inocencia de los cachorros y cualquier pequeña alegría es capaz de conmoverla e iluminarla. Javi la quiere mucho. Lo sé porque la mira muy fijamente a los ojos, del mismo modo como me mira a mí.

Hoy, cuando Javi ha venido de trabajar han estado amándose casi toda la tarde. La casa-chabola rebosa ternura con ellos dos dentro, la pradera enverdece y todos los bichos permanecen tranquilos.

Ahora les oigo reír desde mi colchón y hablar de muchas cosas que sólo a ellos les concierne. Creo que la sombra de los árboles imponentes ha llegado hasta la misma puerta donde están fumándose un pitillo porque las estrellas distantes se han acercado a la tierra para escuchar lo que ambos se dicen susurrándose al oído.



Día 108

(La familia crece)

Vaya sorpresa que se ha llevado Laurita hoy. Comenzó como los anteriores, abrazadita a Javi, justo antes que se marchara a trabajar, sin imaginar las intensas y maravillosas emociones que estaba por sentir. Así se ha levantado como otros días a componer la casa-chabola y a velar por todos los animales de la pradera. El sol desde muy temprano ha hecho acto de presencia y hacía bastante calor. Cuando Laurita ha terminado de hacer todo se ha puesto a pintar de colores sus cartulinas y a contemplar la belleza de la pradera, de los árboles imponentes y de los habitantes que habitan en una y otros. En esas hemos escuchado unos sonidos extraños, como una especie de trinos chiquititos pero potentes que venían de las cuadras y entonces han aparecido detrás de una de las gallinas seis pollitos recién nacidos, titubeantes, de color amarillo fuerte aunque de distintos matices e incluso alguno con motitas oscuras y todos ellos con unas patitas de un naranja intenso.

Laurita se ha puesto a saltar y a llevarse las manos a la boca. Se ha acercado de inmediato y casi se le saltaban las lágrimas de alegría, pensando, por el olor que desprendía, en que en cuanto llegara Javi se lo iba a decir y que iba a ser la noticia del día. De este modo se ha convertido de inmediato en tía de los polluelos, les ha hecho un montón de fotos y ha estado velando y protegiéndolos para que no les ocurriera nada, pese a que éstos ya contaban con la protección continua de su madre. Estaba muy graciosa persiguiéndoles preocupada por toda la pradera o con la frente arrugada en cuanto uno se retrasaba del resto o se despistaba de la estela indispensable de su madre.

Cuando ha llegado Javi le ha conducido de inmediato a mostrarle la sorpresa y ya juntos se han vuelto a emocionar con el acontecimiento. Y es que la familia crece como el cariño que habita en nuestra pradera. Los gansos también han hecho nidos por todos los rincones y muy pronto se abrirán. El burro macho busca a sus compañeras; los caballos suspiran por una yegua. Los patos andan enredados en bailes rituales; los animales que viven bajo la montaña de palés al igual que los pájaros de colores y los que cazan se cortejan y se miman. La pradera rebosa amor y con él sus frutos.

Javi y Laurita no son distintos, aunque ellos evitan multiplicarse. Creo que prefieren ver a los pollitos corretear detrás de su madre y divertirse con el efecto sin causa, es decir con el incendio sin el humo o viceversa.







Día 109

(Me dejan sola con los animales)

Después de todos estos días de alegrías y buenas sensaciones me ha costado entender que Javi y Laurita esta mañana se despertaran, prepararan algunas cosas, desayunaran, soltaran a los animales, limpiaran las cuadras juntos y después, del mismo modo, atándome con la cadena bajo el camión, se marcharan por la carretera grande hacia abajo para no volver hasta que ya era de noche. Digo que me ha costado porque mi día ha sido muy aburrido, observando la libertad de todos los bichos a mi alrededor y soñando con la mía; libertad que sólo ha aparecido a su regreso, y con este regreso los olores que me han hecho comprender lo que durante el día no había podido, por nervios, confusión e incertidumbre.

Así, Javi y Laurita olían a ríos enormes, a vegetación selvática, a rincones paradisíacos, y asimismo a gran Ciudad, a lugares imposibles de olvidar y que han tenido que compartir sin mí porque el mundo humano me veta la entrada o la posibilidad de merecerlos. Y han llegado cansados y felices pero se han puesto a hablar, a beber y a fumar mucho hasta que se ha hecho muy tarde y la luna extraña se ha ocultado buscando al sol en el horizonte.

Ahora que sueñan abrazados bajo las sábanas, veo más claramente dónde han estado, porque sus sueños repiten exactamente lo que han vivido hoy, como si de alguna forma mágica les encantara realizar una y otra vez lo que ya se les hubiera realizado. Por eso sé que esta mañana se han montado en uno de esos vehículos que llevan a muchos humanos a la vez, y luego en otro al que han tenido que esperar durante mucho tiempo porque había humanos que no se ponían de acuerdo y que les ha conducido por una zona de muchos árboles y plantas. Han llegado a un sitio muy bonito que se encontraba rodeado por ríos enormes y bosques profundos y se han montado en una barca maravillosa. Esta barca les ha conducido de un río a otro en tanto ellos hacían fotografías, o reían o se besaban o contemplaban los paisajes innumerables del verde, de los árboles, de las flores, de los pájaros, de las islas, las playas, las casas suspendidas en el aire por pilares de madera. Luego se han subido en un tren y han bajado a la gran ciudad. Allí han estado paseando y visitando plazas monumentales, calles hermosas, avenidas inmensas, parques increíbles y otros escondrijos fascinantes, han comido cosas muy ricas, han comprado otras y se lo han pasado muy bien. Más tarde, cuando ya se hacía de noche, se han metido a un tren que iba por debajo del suelo y por último se han vuelto a subir a un vehículo en el que iban muchos humanos apiñados para regresar aquí.

Sus sueños se entremezclan pero revelan una misma semejanza emocional. Por ello yo no puedo ser egoísta y pensar simplemente que han dejado aquí sola. Juzgo instintivamente que si hubieran podido llevarme lo hubieran hecho; pero el mundo humano es como es: excluyente y fundamentalmente exclusivo. Alcanzo que al menos Javi, a su manera, me demuestra siempre que no todos los humanos piensan así y que por él todo eso sería distinto. Y de manera similar que a Javi e igualmente a Laurita les pesa el haberme dejado todo el día atada con la cadena en la pradera, pero ellos se merecían disfrutar de un día especial y seguro que hay otras días en que podemos estar los tres juntos.

En este instante me fijo bien, y percibo con la nariz y con los ojos, que en sus sueños también me han instalado a mí y que por tanto en verdad he estado con ellos, tanto en el vehículo colectivo, como en la barca que ha navegado por los ríos enormes, o en el tren que les ha llevado a la gran ciudad y a todos sus rincones inolvidables, o en el que les ha llevado por debajo del suelo, etc, compartiendo todas y cada una de sus experiencias, carreras, risas, esperas y cariños como si en realmente así hubiera ocurrido.

Y es que así hubiera debido de ocurrir, ¿no?...





Día 110

(El día de la primavera)

Hoy la lluvia ha regresado. El eterno retorno de las cosas ha protagonizado este día inerme y causal. Por la mañana Javi y Laurita se han marchado por la gran carretera hacia abajo hasta casi la tarde para volver con olor a carne asada y viento. Los pollitos continúan creciendo y siguiendo como pequeñas sombras amarilloanaranjadas a su madre. Uno de los patos se ha ido sin decir dónde y parece que no va a volver. Las aves que cazan andan al acecho de los huevos de los gansos. El burro macho ha intentado montar al pony varias veces. Los caballos han estado revolcándose en el estanque como niños traviesos e inocentes. El gallo y el pavo se han pasado las horas conmigo debajo del camión. Negro, al que parece habérsele quitado definitivamente la tos ha compartido su caseta con varias gallinas a las que consiedera inexplicablemente sus hermanas. Los árboles imponentes tienen silueta de gigantes sin castillo. Las ratas no salen de sus escondrijos tal vez meditando nuevas estrategias y artes para entrar en nuestra casa-chabola. Ni rastro de los animales extraños que viven bajo la montaña de palés, que cuando llueve se ocultan aún más tímidos. Sólo han pasado unos cuantos coches por los caminos que bordean los campos de flores. Algún humano en bicicleta. Y venía una música festiva del centro de humanos especiales donde trabaja Javi.

La primavera ha llegado hoy aunque ha habido otros días más propicios para ello y no. Javi ha tecleado mucho y Laurita ha seguido pintando sus cartulinas. Como hacía frío han encendido la salamandra y casi se olvidan de darnos de comer. Luego han sido pitillos de Javi, y Laurita que ha agarrado un dolor de tripa fuerte y se ha acostado temprano. Yo estoy ahora nuevamente tumbada en mi colchón, como esperando que algo florezca, que se desenreden ciertas cosas, que se estabilice el aire y que luzca definitivamente el sol.



Día 111

(Domingo gris-humano)

Javi se ha ido a trabajar y el día ha amanecido otra vez gris, aunque no llueve. La atmósfera está tan húmeda que sale vaho de las respiraciones y todos los objetos tienen en su superficie una especie de rocío asombroso. A Laurita le sigue doliendo la tripa y ha manchado de sangre las sábanas. Con todo está contenta y ha pintando la última cartulina de colores. Esta noche han ladrado mucho los perros de la zona pero los humanos no se han enterado. Javi ha aparecido en varias ocasiones hasta que ya por la tarde ha regresado y Laurita y él han encendido la salamandra y se han puesto a ver una película por la pantalla. Se han pasado la tarde tranquilos mientras que yo he dormido todo lo que he querido en mi colchón y he olisqueado los rincones que me gustan de la pradera. Todos los animales han permanecido tranquilos. La humedad lo cubría todo y únicamente el olor de los humanos especiales y el calor del amor entre Javi y Laurita secaban el ambiente. Hoy ha debido ser un día especial en el trabajo de Javi porque ha llegado muy contento y le ha estado contando a Laurita lo que ha hecho con las cartulinas de colores que ella le ha ayudado a pintar estos días. Repentinamente ha aparecido el pato que se había desvanecido aunque poco después volvía a desaparecer. Javi ha hecho muchas fotos de la pradera, de los animales y de los árboles imponentes con la luz del atardecer que se abría paso entre las nubes al fin y coloreaba de morado, naranja y rojo el cielo. Asimismo de los animales extraños que viven bajo la montaña de palés y del ave grande que caza y que anda al acecho de los huevos de los gansos y de los pollitos. Luego hemos paseado con Negro y he atrapado mi segunda rata. Era muy grande, tanto que hoy Laurita se ha asustado aún más y Javi me ha felicitado con entusiasmo.

Hemos cenado pronto y en tanto yo velaba la entrada de la casa ellos han estado charlando. Me han ofrecido de su comida, pienso que en parte por matar a la rata y en parte porque les ha sobrado mucho. Más tarde se han tumbado en la cama para ver una película en la pantalla y yo me he quedado dormida en mi colchón.

Ahora Javi ha salido afuera a fumarse un pitillo y a contemplar las estrellas y la silueta de los árboles imponentes. Laurita descansa y yo estoy con los ojos abiertos esperando que Javi se meta en la cama. Le contaría que Laurita está soñando con nosotros viajando por el mundo y conociendo muchos muchos lugares maravillosos y exóticos. Lo que no entiendo es por qué Javi lleva una pistola escondida en el pantalón, se ha dejado barba y lleva unas gafas oscuras que con todo no pueden esconder el brillo ardiente de su mirada.



Día 112

(Estrellita se adapta muy bien a nuestra vida en Argentina)

Laurita cada día se levanta al poco tiempo de que Javi se marcha a trabajar. Compone la casa, echa de comer a los animales, también a Negro y a mí, pasea por la pradera, lava la ropa o damos un paseo para ir a comprar comida. Asimismo le gusta observar a los animales, sobre todo a los pollitos (hoy uno se perdió y ya únicamente son cinco) y hace muchas fotos como Javi. En verdad se parece mucho a él, son como dicen los humanos dos almas gemelas, aunque entre otras especies igualmente ocurre; sólo hay que vernos a Javi y a mí. Tal vez consiste en las energías que se desprenden o en la intención de los actos y los sentimientos compartidos. El caso es que me encanta esta estrellita que ha venido a visitarnos y casi parece que llevara con nosotros desde el principio quizá porque en nuestro corazón así ocurría. Javi la quiere mucho, y yo lo mismo. Desde que está ella apenas me dejan atada con la cadena y puedo disfrutar más de las horas. Ella nos da todo su cariño, que es tan grande como los árboles inconmensurables. Se ha adaptado a nuestra vida muy bien y está siempre contenta, y se nota que se encuentra a gusto con nosotros.

Esta tarde, cuando Javi ha vuelto del trabajo, se han ido juntos por la gran carretera hacia arriba y como han venido oliendo a gasolina y emociones transparentes, sé que han estado hablando con los suyos. Hasta que ha caído el sol han permanecido tranquilos contemplando la paz de la pradera y los pequeños acontecimientos que en ella suceden, fumando, hablando y riendo. El pato que desapareció, regresó y después desapareció de nuevo, ha reaparecido esta mañana pero se encuentra muy mal. Sus compañeros le picotean continuamente y de los tres que quedan hay otro que tiene una herida muy fea en la cabeza. Los instintos a veces son complejos y la competencia sexual de las aves es terrible. Los árboles imponentes cada día tienen más hojas y se muestran hermosos. Los gansos no paran de poner huevos y de perderlos. Los pájaros de colores siguen igual de protectores con sus nidos, y los caballos, el pony y los burros se dedican todo el día a comer pasto, salvo cuando Javi trabaja con ellos un rato.

Ahora Javi y Laurita se aman y transmiten su luz a las estrellas distantes que hoy les observan a ellos. Yo escucho ruidos que me explican la intención de las ratas para entrar y las espero sentada en la puerta de nuestra casa-chabola como el ángel canino de su destrucción. La luna extraña traza círculos de claridad sobre la pradera tranquila. El universo fluye a nuestro alrededor y nosotros fluimos en él. Somos libres…





Semana 17



Día 113

(La muerte)

Hoy ha amanecido gris aunque luego a media mañana ha salido el sol. Laurita, como siempre feliz, ha estado componiendo la casa-chabola y haciendo muchas fotos a los animales, disfrutando de la vida de la pradera y sus colores. Cuando Javi ha vuelto del trabajo venía algo enfadado y se ha puesto a llamar con el teléfono pero nadie le contestaba. Luego se ha ido con Laurita por la gran carretera en el vehículo colectivo y no han regresado hasta que casi era de noche. Los animales han estado algo nerviosos, una sombra acechaba invisible y natural. Tal vez por ello el pájaro que caza hoy no se ha llevado ningún huevo de los gansos ni el pato regente ha lastimado a sus compañeros. Las ratas han estado en cambio muy activas, abriendo varios túneles nuevos alrededor de la casa, pero como me dejan atada no he podido hacer nada por evitarlo. Se ve que éstas andan en alianza con la sombra mencionada y por ello se afanan sin temor. El caso es que se ha muerto otro pollito y además a otro se le ve muy débil. Esto ha hecho que el ambiente en la pradera haya estado un poco triste y que a Javi y a Laurita se les hayan humedecidos los ojos.

No ha sido el mejor día para ninguno de nosotros. No obstante también hay días como éstos, en los que las alegrías se desdibujan y la muerte puede agarrarte en un despiste. Si no que se lo digan a la rata que finalmente, creyéndose una aliada de quien no los quiere ni pretende, ha terminado por caer en una de las trampas y se ha quedado ahí mirando fijamente a la vida que se le escapaba.





Día 114

(Javi y Laurita huelen a Noa)

Hoy ha hecho bastante calor. Laurita se ha levantado más tarde de lo habitual y ha limpiado las cuadras. Después se ha marchado a toda prisa por la gran carretera hacia arriba aunque ha regresado pronto para ver a Javi, en uno de los descansos de su trabajo.

Cuando ha vuelto Javi por la tarde, han estado esperando sentados en el banco de la puerta, Javi algo nervioso e irritado, aunque luego de hablar por teléfono su rostro se ha suavizado y se han ido juntos caminando para trascurridas unas cuantas horas tornar de nuevo a la pradera con cierta frustración en las caras y oliendo nítidamente a Noa, por lo que muy contenta movía el rabo en tanto recordaba todas mis aventuras y desventuras con ella en el sitio de los perros.

El día por lo demás ha sido tranquilo. Javi y Laurita se han estado amando y besándose hasta que se ha hecho de noche y los árboles imponentes han dejado de echar sus sombras imponentes; es decir han convertido su frustración en cariño y han resuelto sus entretelas convirtiendo la muerte en vida y el agua en vino, como sólo ellos saben hacer.

Negro ha estado ladrando mucho aunque Javi y Laurita no se han enterado de nada. Ahora duermen y sueñan a la vez un escenario de luz y tormentas, de caballos, castillos y bosques, de tibia libertad; y en sueños juntos sonríen; curándose también de los sueños extraviados del ayer y preparándose para lo que llegará mañana: la gallina empollando al último de sus vástagos ya muerto y medio comido por las hormigas. Sentada sobre él tratando de darle calor como si de este modo resarciera de este modo traumático y compasivo de aquello que no supo enseñarle: encontrar el alimento; caminar por la vida.





Día 115

(La sombra se aleja)

La cuestión es entender los sentimientos y los pensamientos humanos y animales. Agilizar el instinto y descubrir sobre todo nuestras semejanzas, puliendo al mismo tiempo nuestras diferencias. La sombra que durante esta semana ha estado acechando a los seres de la pradera se ha alejado con el amanecer y aunque ha dejado un rastro nítido de muerte, ha fortalecido a los vivos con la sustancia robada a los ausentes. Todos los pollitos han muerto. Nadie sabe bien el porqué y su madre deambula desorientada buscándolos todavía; aún pueden escucharse el sonido maravilloso de su piar confundido con la brisa. No obstante esta madre picotea semillas y gusanos mientras los busca, y esto quiere decir que la vida triunfa, que ha hallado su mejor consuelo decidiendo vivir. Las ratas cuentan sus bajas y a la vez multiplican. Los gansos reúnen sus huevos extraviados pero no saben contar, y para mi olfato no es ignoto que entre los animales que viven bajo la montaña de palés igualmente ha habido pérdidas.

Y es que en la primavera tantos nacimientos traen también algunas muertes. Es la ley de la vida. Menos mal que todo continúa y que los árboles imponentes tienen cada vez más hojas verdes. Es inútil lamentarse demasiado.

Hoy Javi y Laurita se han levantado aliviados y somnolientos. Javi se ha ido a trabajar y Laurita ha estado haciendo la colada de ropa, limpiando las cuadras o disfrutando del sol. Por la tarde se han ido juntos caminando de nuevo por la gran carretera hacia abajo y han regresado muy contentos. Nos han paseado a Negro y a mí por la pradera y han logrado fotografiar a los pájaros de colores y al pájaro que caza. Luego ha llegado el dueño de la pradera con dos humanos jóvenes para llevarse un carro de madera enorme que había encerrado en uno de los corrales con su camioneta. Venía con varios perros de los que corren como el viento y han estado corriendo por la pradera hasta que se ha hecho de noche. Ha sido muy curioso verlos marcharse arrastrando el carro antiguo con el vehículo moderno; era la mezcla de dos mundos contrapuestos. Más tarde Javi y Laurita se han estado amando y besando y hablando mucho hasta que la noche se ha comido la luna extraña y ellos se han bebido un par de litros de Fernet.

Ahora duermen en la cama y a mí se me van cayendo los ojos de sueño. Me parece increíble ver en los agujeros de la chapa de nuestra casa-chabola el brillo intenso de todas las estrellas que desde allí arriba nos protegen.





Día 116

(Nos vamos de viaje)

Nos hemos levantado muy temprano. Hacía calor y eso ha conseguido dibujar una sonrisa en el rostro de Javi. Laurita ha sido más perezosa y se ha despertado y se ha despertado después, cuando Javi ya había sacado a los animales, limpiado sus cuadras y estaba preparado para asearse y afeitarse. Juntos ha preparado una mochila formidable y algunas otras cosas y luego se han marchado, Laurita por la gran carretera hacia arriba, y Javi en el vehículo colectivo hacia abajo. Ha sido una sorpresa inesperada el instante en que han vuelto los dos en un coche pequeñito y blanco, han cargado los bultos, me han acomodado en la parte de atrás con una mantita y nos hemos despedido de la pradera, no sin antes encerrar a los animales y darles de comer. Me ha dado mucha pena Negro, que se ha quedado ladrando muy fuerte y casi igual el resto de los bichos que tenían cara de susto o asombro por haberles cerrado tan pronto.

En la carretera Javi y Laurita reían, hablaban y fumaban, disfrutando de todo lo que a sus ojos se presentaba resplandeciendo vida. Yo me he dormido enseguida, y es que el movimiento del coche siempre me ha relajado mucho y no me he enterado de casi nada. Creo que he soñado con otros viajes pasados en los que Javi me llevaba a conocer las montañas o el océano; viajes muy felices, en los que estaba prohibido el pesar y sucedían tan sólo para conocer, sentir, descansar y divertirse.

De pronto el coche se ha detenido en una plaza muy bonita, con grandes palmeras y flores hermosas. Hemos dado un paseo por el pueblo y nos hemos dirigido hacia una zona boscosa donde un río imponente creaba una especie de costa interior. Allí hemos encontrado una casita, donde nos ha atendido una humana amable y simpática. Y así, después de descargar los bultos, nos hemos ido a pasear por el lugar, llegando a un parque en el que había muchos humanos reunidos haciendo y escuchando música, o equilibrios en unas cuerdas de árbol a árbol o malabares con mazas y pelotas. Había también puestos de comida y por tanto muchos restos ricos distribuidos por el suelo e igualmente muchos compañeros callejeros: perros flacos que deambulaban solitarios o formando verdaderas jaurías descontroladas.

Javi y Laurita han hecho muchas fotos, sobre todo de los árboles y los pájaros, y hemos estado recorriendo el parque y la ribera del río, contemplando las barriadas humanas más humildes, un buque con cañones y metralletas todo construido de metal, muchas barquitas de colores y rincones paradisíacos, en una selva con mil verdes indivisibles.

Estando subidos en una plataforma sobre el río enorme, se nos ha acercado una perrita, todavía una cachorra apenas, ha olido tímida a Javi y a Laurita, les ha lamido las manos y después ha comenzado a seguirnos tratando de jugar conmigo y con ellos. De este modo natural y clandestino, Javi y Laurita la han adoptado, sé que seguramente cavilando que a mí me va a venir muy bien, para tener una compañera de la especie, para ganar en confianza, y a ella porque está muy flaca y desasistida, y es muy joven, y para que aprenda también de mí.

No puedo decir que me haya gustado del todo este acontecimiento, y ya la he sacado los dientes un par de veces. Si se me adelanta al comer o se sienta en algún sitio que me corresponde será así. Tengo que enseñarla la ley de los perros, y que por instinto, barajamos una jerarquía que la edad y la experiencia nos exige en nuestro trato milenario con los humanos. Sin embargo he de reconocer que huelo mucha bondad e inteligencia en ella y que me recuerda mucho a cómo era yo cuando me encontré con Javi.

Por ello, ahora que estamos los cuatro de regreso en nuestra casita a la orilla del río enorme y la observo ahí tumbada a mi lado, pienso en que sí que puedo compartir el cariño de Javi, ya que de este modo ha sido siempre, desde el principio. Laurita le ha puesto el nombre de Che Lokita y Javi ha sonreído encantado. Con todo la única locura que atesora dentro de sí es la misma que a Javi, a Laurita y yo protegemos; es la locura de querer para los demás exactamente lo que quisiéramos para nosotros. Suficiente.









Día 117

(San Pedro, Baradero y Che Lokita)

Qué bien levantarse sin prisa, salir con Lokita a deambular por el parque y la ribera mientras Laurita y Javi se aman entre las sábanas y regresar justo a tiempo a nuestra casita improvisada, a la orilla del río enorme para subir a nuestro coche pequeñito y blanco e ir a conocer otro pueblo maravilloso, con otro río y otros árboles y otra plaza, lleno de muros de colores, de pájaros extraños y humanos que pescan o pasean a caballo, y comer carne a la parrilla, pero cuidado Che Lokita que yo voy primero, y volver por la tarde a nuestra casita, a nuestro pueblo adoptivo con su río enorme y terminar escuchando en el parque los acordes insensatos de los humanos haciendo música, reunidos en grupos, todos felices, en tanto nosotros rebuscamos restos de comida y caricias, perdiendo y encontrando a Javi y a Laurita a cada instante, a los que les brillaban mucho los ojos de tanto que se divertían y mejor así, porque si no quizá no podríamos hallarlos; y bebían de unos vasos grandísimos cuando el tiempo se les escapaba, hasta que de repente hemos retornado todos a nuestra casita, escoltados por una jauría de perros que se unían a nosotros con la intención olfativa de que de inmediato los adoptaran; porque el caso aquí es adoptar o que te adopten; y ya tumbados en el colchón, Lokita y yo, suspirar de felicidad de cuando en cuando o de corrido por ver y oír reír a Javi y Laurita y atribuir todo ese cariño al olor infame de una distancia que para ellos no existe y que encogen como una verdad encerrada en un puño humano.

Qué bien, claro que sí… Che Lokita.



Día 118

(Volvemos a la realidad)

Es posible que lo bueno algún día siempre tiene que acabar. Javi se ha acostumbrado a vivir de manera humilde, de alguna forma cambió la bicicleta por su coche, su casa de piedra por la casa-chabola en la que ahora habitamos, no tiene tele, la ducha es de plástico y se encuentra en un baño tan pequeñito que no puede ponerse de pie ni abrir por completo los brazos. Un candado sustituye a la cerradura y en vez de baldosas el suelo es de tierra y el techo de uralita. La cocina es de dos fuegos con bombona chica y la despensa escasa; el colchón viejo y no hay armarios para guardar la ropa. Eso sí, por las paredes de madera y metal ha dibujado sus sueños y sus santos y los clavos son el mejor sucedáneo para todo, incluídos el miedo y la soledad.

Tal vez por ello estos dos días Javi se encontraba en la casita a la orilla del río enorme como bloqueado por tanto confort y asimismo disfrutando como un niño de las comodidades. Laurita se reía y se daba cuenta de lo que estaba sucediendo. Hoy nos hemos ido de allí para regresar a nuestra pradera y a nuestra casa-chabola. Aún hemos visitado otros lugares, y la mayor alegría es que Che Lokita nos acompañaba, aunque un toque de tristeza o temblor ceñían los ojos de Javi (de nuevo la bicicleta, la ducha de plástico, de nuevo el suelo de tierra, etc…)

Y es que hemos tornado a la realidad que nos pertenece, al frío por las noches, al polvo cubriéndolo todo, al colchón viejo y al techo de uralita; pero también a la tranquilidad, a los animales y sus bondades, a los árboles imponentes, a la vida colorida y simple de nuestra pradera. Nos salva que la fuerza de nuestro interior es poderosa y transforma el viento en actitud. Ahora, además de acompañarnos Laurita en nuestra aventura, se nos ha unido Lokita, la cual ha estado flipando con todos los bichos, ladrándolos, tratándolos de agarrar unas veces y otras huyendo de ellos.

Javi le ha preparado un colchón de gomaespuma como el mío y Laurita lo ha cubierto con una mantita idéntica también. El pienso no le gusta, pero ya le gustará. Así, estos últimos días hemos vivido todos un sueño maravilloso que con optimismo continuamos soñando en nuestro escenario cotidiano. Se escucha una rata roer una bolsa en la despensa y Javi se levanta a ver, a establecer una nueva estrategia en nuestra guerra, a seguir soñando el día a día realizable, y regresa al calor que emana del cuerpo desnudo de Laurita bajo las mantas, al dulce olor de su nuca revuelta y despeinada, y por su puesto a descansar lo posible porque mañana ha de laburar y bregar con los humanos especiales.





Día 119

(Ratas 1 – Humanos 1)

Cuando Javi ha regresado de trabajar con los humanos especiales, Lokita le ha olido despacito, como fascinada, pero había muchas cosas que hacer. Lokita se ha pasado casi todo el día atada porque por la mañana, en un descuido, se ha escapado y casi cruza la gran carretera. Laurita le ha colocado la cadena porque ya le da miedo tenerla suelta. Han venido unos humanos a llevarse nuestro coche pequeñito y blanco y otros han estado levantando una estructura de madera y plástico en el fondo de la pradera. Luego ella se ha ido a comprar y ha estado componiendo un poco la casa-chabola porque se encontraba muy sucia de barro, puesto que ayer y anoche llovió, y del polvo acumulado de estos días que estuvimos de viaje.

Como digo había muchas cosas que hacer; aunque únicamente para los humanos. Limpiar en lo posible las cuadras, arreglar una de las paredes que los burros han debido de tirar por la noche, establecer un nuevo perímetro de seguridad en nuestra guerra, un frente levantado en la puerta y en los rincones interiores, pues las ratas han abierto un túnel y Javi juzga, por lo vivido anoche, que se esconde dentro de casa. Así, han sacado las cosas afuera, han movido los muebles y tablas del suelo, han organizado las bolsas de la comida (aquí ha sido Laurita la promotora), han tapado los agujeros, han reforzado con madera, piedras y planchas de metal, han colocado otra vez las trampas con queso y nos han situado los colchones a Lokita y a mí en la salita, junto a la despensa. Más tarde hemos juntos a comprar por la gran carretera a comprar y después han encerrado a los animales en sus cuadras. Por último han cocinado y Javi ha estado tecleando un rato, y se ve que lo necesitaba, porque andaba con el humor atravesado y lo necesitaba; y al terminar ya se estaba riendo contento y tenía mucho brillo en los ojos. Han estado también adiestrando a Lokita en la pradera y enseñándole a Laurita a cómo hacerlo ella para que cuando la llame, Che Lokita obedezca y piense y sienta la energía humana y lo que éstos intentan decirle (sin mencionar que me han bañado de nuevo aunque me sigue picando y yo sigo rascándome). Ambos han terminado rendidos y han cenado mucho y se han metido rápido para darse calor y hablar y besarse.

Esta noche no se escucha ni se advierten la presencia de rata alguna dentro de la casa-chabola, pero en el exterior se las siente conspirar. Ratas 1 – Humanos 1. Hoy hemos ganado nosotros la batalla, sin embargo la guerra continua. Ahora tengo a Lokita para ayudarme, pero ha de estar preparada y debe aprender sobre los sentimientos humanos y sus vaivenes.