eSte Es uN EsPAcio rEduCiDo De lIBertaD cReaTiva y EspeRanZa aL TrAn...

sin ninguna referencia de ná

La fría angustia que emerge detrás de las cortinas del aire, se puede solventar con un chorro de inteligencia buena y el calor, que nace de los estímulos incandescentes de la vida, en el proceso infinito del vagar de las estrellas.

La candela puede comprender tus manos aprendiendo un oficio imaginable, y sentir (claro que se puede sentir) sentir con claridad todo aquello que haces y permutas y escoges y clamas y reinventas a partir de los elementos que te envuelven –en el ruido cotidiano del reloj- entre la brisa que lleva mariposas amargas y silencios acompasados, y esas lucecitas y también sombras.

Si a tu corazón le gusta asomarse a los abismos –como las miradillas que abandonan la seguridad de los portales- no te pienses primo/a que te encuentras ahí sólo/a. Recuerda que existe un cielo y un sueño y una tierra colmada de inciertos desafíos; y en mitad está tu mente, y todo aquello que genera: tus actos o tu indolencia…

Tu mente y la razón que ciñe todos los universos ajenos.

martes, 20 de agosto de 2013

Diario de una perra en Argentina (11ª Semana)


Día 71


(Madera mojada)

El silencio cuando llueve es como vacío. Se quedan los ojos colgados en cualquier punto del espacio y el recuerdo te asalta enredando imágenes con las sensaciones momentáneas. La espiral se invierte y de pronto se compone de nuevo la realidad, vuelves y ves las gotas formando círculos sobre los charcos, un círculo tras otro, y otra vez te vas y otra vez regresas y así mientras todo sucede sin suceder, pero sin romperse ni aletear, te dejas llevar y te agarra la suerte y un sinsentido bueno, es decir, prácticamente inverosímil. Entonces, antes o después, te das cuenta que tu identidad eres tú pero también cientos de generaciones ausentes, de perros que vivieron y murieron, que establecieron una relación incorruptible con los humanos, asistiendo en ti una especie de deseo, un deseo de hacer con tranquilidad las cosas que siempre quisiste hacer, aunque con un toque de indolencia, cuando el instinto nuestro es un principio de conciencia que resbala y se ríe de todo, porque los perros por supuesto que se ríen, aunque no de la misma manera que los humanos.

Pero estábamos con el silencio, la lluvia y el vacío. Javi ha llegado de trabajar confundido, distante, irracionalmente distante, como necesitado de cariño y promiscuidad. Sé que mis lametazos no son suficientes para él en este momento y me da en la nariz que su cabeza se halla estos días a miles de kilómetros de aquí.

No se me ocurre nada que resaltar salvo esto. En su interior la transformación hierve, dislocándole las neuronas, que brillan. Hecha una bolita en el interior del horno me pregunto si el sol saldrá mañana como todos los días. ¿Por qué no?... Me respondo, y veo cómo una estrella fugaz se pasea iluminando la inmensidad del cielo.




Día 72

(Tengo hambre)

Hoy he estado todo el día sin comer. Javi se ha olvidado esta mañana antes de irse de dejarme pienso o arroz en el cuenco y las tripas me rugen. No he podido escaparme y por tanto encontrar algún bocado por ahí, lo mismo que Noa. Es como si hoy los humanos careciesen de memoria y no han pensado ni un sólo momento en nosotras. Con todo disculpo a Javi. Soy consciente de que en este instante tiene muchísimas cosas en la cabeza. Aunque más le valdría espabilar. Ya no lo digo por mí ni por mi estómago. Lo que sucede es que su estado de ánimo comienza a preocuparme.

Fíjate que ahora está abriendo la puerta del patio y asoma sonriendo con un toque de preocupación y culpabilidad con un puñado de huesos y unos pedazos de pan. Le miro moviendo el rabo tratando de alimentarle yo también él de alguna manera. Pero no funciona y, después de fumarse un cigarrillo distraído y grave, se mete para adentro sin decirnos ni hasta mañana.




Día 73

(Ya entiendo lo le pasa a Javi)

Esta noche he soñado que llegábamos caminando a nuestro anterior pueblo, en las montañas. La niebla mordía las cimas de la sierra aunque lucía el sol. El aire estaba limpio y las hojas de los árboles se movían a su compas, compitiendo en verdor con el azul del cielo. A lo lejos podía ver el rebaño de cabras y los mastines custodiándolas, la carretera serpenteante y el puñado de casas de piedra. Sin embargo creo que este sueño le pertenecía a Javi, y que su inconsciente se lo ha enviado al mío. Lo sé porque mi visión no se ajustaba a la de un ser humano. Mis ojos se hallaban a mayor distancia del suelo, además al llegar a las primeras calles me he cruzado padre de Javi y con su madre. Sus ojos brillaban humedecidos y me han abrazado. Más adelante había mucha gente reunida, toda su familia, sus amigos, los primos y primas de no sangre y han hecho a mi alrededor un corro de abrazos y besos interminables. Es entonces que un tambor se ha puesto a sonar, y se me han puesto los pelos de punta; cosa curiosa, porque en realidad no eran mis pelos, como digo, sino los de Javi. Canciones como clavos de optimismo se clavaban en mi corazón al salir de las gargantas y cualquiera me hacía tomar botellines de vino y tragos de anís. Todos iban con un pañuelo morado en el cuello y unos pantalones blancos y celebraban una gran fiesta. Las calles estaban atestadas de humanos y había banderines colgados de farola a farola.

Su mente me ha mandado esas imágenes para explicarme todo lo que los echa de menos y lo que los quiere. Y su corazón es quien las dibujó para mí.

El día ha pasado como siempre, aunque hoy aguardaba la llegada de Javi de otra manera. Me he vuelto a escapar con Noa y Romeo por la mañana y al mediodía el humano que vive al lado de nosotros nos ha abierto la puerta para que entráramos en el patio. Ha tardado más que otros días en regresar y su cara parecía congestionada y de nuevo distante. Sin pensármelo dos veces cuando he abierto la puerta del patio para saludarnos me he lanzado encima de él con mucha fuerza, con tanta que casi le tiro al suelo. Por un momento he temido que pudiera enfadarse conmigo pero después ha sacado la mejor de sus sonrisas y me ha hecho cosquillas y caricias antes de empezar a jugar intentando cogerme y haciendo justo los sonidos y silbidos que me gustan. Hemos estado así un buen rato y Noa se nos ha unido aunque al principio se sentía fuera de lugar y gruñía celosa. Luego hemos salido a pasear y nos hemos divertido mucho. Nos hemos encontrado con Romeo, también con Dama y los hermanos petizos, además de otros perros callejeros de nuestra calle. El rostro de Javi lucía diferente. Tal vez levemente distante aún, pero al menos he conseguido hacerle reaccionar.

Hoy he logrado por fin entender lo que le pasaba a Javi. Menos mal que existen vínculos profundos entre nosotros capaces de comunicar y revelar los más íntimos secretos o emociones que nos habitan. A lo mejor tengo que intentar aceptar más sus sentimientos y velar por él. Al fin y al cabo es lo que él anda haciendo por mí a cada minuto. Hoy me desperté con una mirada humana en mis ojos y me duermo, tranquila, al pensar que ahora le toca a Javi arrimar su nariz al suelo para hallar en cada rastro los entresijos del presente.


Día 74

(Casas)

Javi no ha trabajado hoy, pero se ha marchado muy pronto. Lo sé porque otros días se va con una mochila y hoy no la llevaba, además se ha ido más tarde, aparte de que al regreso no olía a humanos especiales como siempre, sino que olía a ladrillo y asfalto, a jardín y perspectivas visuales mezclado con un olor tibio a incertidumbre. Traía el aroma de un sinfín de siluetas de casas diferentes. Más grandes y más chicas, de colores, con y sin ventanas, con puertas surrealistas y tejados de chapa. Sus ojos reflejaban además el proceso, las enormes caminatas para ir de una a otra, de un sitio para otro, sin saber muy bien nunca a dónde pero sí con un porqué. Venía así rendido y administrando frustraciones. Por ello hoy no ha habido un paseo largo ni tampoco una visita nocturna al patio. Sé que Javi está tecleando porque lo necesita. Y estoy convencido que anda sacando de su interior un cuento que cambiaría el mundo en el que los dos vivimos, imaginando y describiendo una casita sencilla y decorada con escenas maravillosas.


Día 75

(Los humanos son de verdad incorregibles)

Aunque el sonido implacable y desconocido condiciona, no hay sólo minuto en no entreguemos la libertad o cualquier concepto abstracto inservible en la vida real. Me río yo de las perspectivas, cuando huelo mi destino como quien huele el pasto recién cortado o el océano al llegar a él después de miles de kilómetros soñando con su olor. No caben otras cosas, y me río del frente frío, de la soledad, del insomnio, de la indolencia o del desarraigo. Los perros buscamos rastros, vivimos el día a día, y tenemos nuestras peculiaridades, claro, porque nos despertamos siempre hambrientos y por mucho que nos saciemos este mismo hambre nos aprieta hacia un futuro incierto que nos empuja a sentir inconmensurablemente, a meditar inseguros y sí, a encontrar soluciones numerosas, el arte ambiguo e íntegro de sobrevivir como lema o ley de lo cotidiano y de lo eterno.

Noa me mira porque estoy tan unida a Javi que a veces pareciera que me convierto en humana. Sé que Javi a veces me sueña como una niña perdida que llegó hasta su regazo moribunda. Lo cierto es que poco a poco me recuperé, gracias al cariño y la confianza que me brindaron, y comencé a trasfigurar mis bases para ayudar a mi modo a quien me salvó del abismo y a los humanos que había a su alrededor. Javi se presentó, estableció, deseó, esperó y además pretendió, pero no sabía en verdad cómo ayudarme. Se esforzaba, aplicaba su conocimiento teórico e intuitivo, ponía todo su empeño, aunque de tanto en tanto flaqueaba; ahí supe que había encontrado un corazón paralelo, hermano, y me dediqué a amarlo, sin embargo el también sabe que sané únicamente al lado de los míos, del paisaje y los cambios que acontecían en el azar, con los mastines, el campo y las distintas batallas que nos tocaban.

Como anoche los humanos hicieron eso que ellos llaman emborracharse y se acostaron rotos, el día de hoy ha sido parsimonioso, soleado y terriblemente aburrido. Apenas hemos salido del patio mientras Javi y el humano que vive con nosotros iban del sillón a beber agua y al revés dejando que las horas se les escaparan. Apenas cuando ha llegado la noche han reaccionado un poco, pero en vez de hacer algo constructivo han vuelto a emborracharse otra vez. La casa se ha llenado de gente, aunque creo que Javi se ha acostado temprano, porque ha estado fumándose un cigarro en la ventana de su habitación, que da al patio, con los ojos puestos en el cielo en tanto agarraba con una mano una de los barrotes externos como si estuviera deseando escaparse de allí.



Día 76

(El Día del Niño)

Javi ha trabajado hoy y no me lo esperaba. Cuando he oído la puerta esta mañana me he quedado preocupada, como si regresaran a mí de nuevo los tiempos de la ansiedad y el miedo. He comenzado a gemir bajito y a ladrar después aunque dudando en realidad de lo que hacía. Sin embargo no he tenido tiempo de rectificar. El humano que vive con nosotros ha abierto la puerta del patio enfadado, me ha gritado y me ha sacado a la calle. De este modo me he visto desde muy temprano sola, pero enseguida me he rehecho y me ido a buscar algún bocado y a juntarme con los perros callejeros.

Y hoy debía ser un día especial en el mundo humano, y más en concreto para sus cachorros, porque se les veía desde muy pronto llevar a rastras de las mangas a sus padres a comprar dulces o juguetes o a montar en bicicleta al parque, o otros mil caprichos seguidos de risas o llantos. Había también gente tocando enormes tambores desde unas carrozas decoradas y en general el bullicio y la celebración estaban presentes en cada esquina y cada rincón del pueblo.

El humano que vive con nosotros y el de al lado han recibido asimismo a sus cachorras. Lo sé porque he pasado varias veces por la casa, y aunque me han visto merodear por la puerta no me han dejado pasar. Cuando ha llegado Javi por la tarde y no me ha visto ha debido enfadarse con ellos, ya que al encontrarnos en la calle olía a rabia y desencanto, pero no era contra mí, rápidamente lo he notado porque tenía los ojos humedecidos y apenas ha cruzado una palabra con los humanos al regresar. Se ha puesto a jugar las cachorras y a ellos no les ha dirigido la palabra. Y es que por una cuestión incomprensible apenas juegan con ellas o se cansan muy pronto, únicamente les compran muchas cosas, y manifiestan su afecto con gestos impulsivos, poco sostenibles, como la mayoría de los humanos. En verdad no velan o no sienten demasiado, y esto es algo que por dentro les pudre y les amarga, que les nubla la mirada de egoísmo y les lastra el corazón.

Javi lo entiende. Pero no está dispuesto a aceptarlo.





Día 77

(¿Qué ocurrirá con nosotros?)

Nuestro tiempo en esta casa se acaba. Es algo que se percibe en el ambiente, que se puede oler. Javi no para de buscar nuestro sitio, unos y otro lo saben, aunque éste lo haya sido por un tiempo y por ello los humanos con los que vivimos comienzan a manifestar un rechazo absurdo, irreal, dado que no encuentran verdaderos motivos ni en su corazón ni en su cerebro pese a buscarlos en cualquier falla tanto de Javi como mía, por nimia que sea. Su valoración se basa en una gran mentira interior que se acopla al hecho de que a Javi le vayan rodando las circunstancias y que luche independiente, contento, trasparente y agradecido del mil modos, conquistando las almas de su entorno, aportando fuerza y apoyo a su grupo y a ellos mismos. Entienden su forma de ser y eso les lastima, admirándolo y desdeñándolo a la vez, en ocasiones casi de manera inconsciente, otras de forma explícita.

Como Javi es responsable e inteligente anda nervioso por salir cuanto antes. Nos jugamos mucho. Pretende conservar a su familia de aquí, aunque dicha familia ahora lo confunda; no desea soltar su ira sino convertirla en luz. Necesita espacio, tranquilidad, equilibrio. Ahora comprendo que él también duerme en el interior de un horno. Lo sé porque desde la puerta del patio en tanto enciende un pitillo y me llama para que vaya hasta él y sus caricias que últimamente me las da como si se las diera en verdad a él, me lo expresan sus ojos. Ama a los humanos que nos acogieron y ayudaron, tanto al que vive con nosotros como al que vive a nuestro lado; ama a sus amigos y amigas, sobre todo a aquellos que lo trataron como un igual, y por su puestos a sus cachorras, ama a Noa y a Romeo y a todos los perros callejeros de nuestra calle y salvo a alguna excepción también al resto, ama la gente y el lugar, cada árbol y cada calle; los colectivos, las tiendas, los estratos sociales multicolores, el trabajo, y la luz del atardecer en Maschwitz, pero lleva, o mejor dicho fluye en nosotros dos una especie de sabiduría instintiva y razonada que nos dice que de lo que uno ama también hay que separarse, que para valorar más lo que uno ama hay que marcharse, que el amor debe ser lo más libre e inespecífico, y todo se encuentra demasiado reciente para que se nos haya olvidado tan importante lección.

martes, 13 de agosto de 2013

Diario de una perra en Argentina (10ª Semana)


Día 64


(Santos y vírgenes)



A veces me sorprende el corazón humano. No la mente o lo que ellos llaman alma, que no es más que el resultado de superponer el uno sobre la otra o viceversa. En el tiempo que llevamos viviendo en este pueblo me he fijado en muchas ocasiones y he olido vagamente su significado en una peculiaridad desconocida hasta ahora para mí. En las puertas o jardines de muchas casas, la nuestra incluida, los humanos exhiben unas figuras extrañas a las que les ponen a los pies velas, flores, inciensos y lo más loco, comida. Sus rostros casi siempre parecen tristes, como si estuvieran padeciendo un enorme dolor mientras extienden hacia delante una de sus manos.

Hoy, cuando Javi ha venido de trabajar y hemos salido a dar un paseo, de pronto he sido consciente de todo esto, y se me ha revelado al pasar por delante de una casa que tenía una de estas figuras, pero con la diferencia que esta desprendía un olor que no era totalmente nuevo y que tal vez por ello ha conseguido desconcertarme. La figura era de un humano desgarbado, con el rostro duro y un pañuelo rojo atado en el cuello, con unos pantalones raídos y un sombrero negro sobre la cabeza, del cual manaba sangre que manchaba su cara. Cuando me he detenido a valorar este olor, he viajado en el tiempo y en el espacio y me he visto trasportado a otro lugar, lleno de montañas y ríos bordeados por desiertos y selvas impenetrables, en tanto una graz paz me envolvía. Javi ha silbado y me ha regresado a la realidad pero dicho olor no se iba de mi interior y se intensificaba al pasar por delante de cualquiera de las mencionadas imágenes. El olor no se ha desvanecido hasta que no hemos vuelto a casa y aún así continuaba en mi cerebro como queriendo afirmar algo.

Ya en el patio, por la noche, Javi ha salido a fumarse un cigarro y a llenar nuestros cuencos de pienso revuelto con arroz. Le encanta vernos comer y cuando lo hacemos, siempre sonríe. La luna extraña emitía una luz muy clara y los árboles trataban de agarrarla con sus ramas. Después de terminar mi cuenco, me he acercado a Javi para que me rascara la tripa y me susurrara al oído mimos y sueños como suele hacer y es entonces es cuando he percibido el mismo olor de antes en una de sus manos. No lo recordaba, era ahí donde otras veces había percibido este olor. Brotaba del tatuaje de su mano, del sol, la luna y la estrella, y me he dado cuenta de lo que expresaba: eran las verdaderas creencias humanas; creencias que los trascienden y los ayudan a continuar luchando por sí mismos y por los suyos.





Día 65

(La fabulosa aventura de hoy)

Esta mañana ha sido de sol, de nubes compactas y rosadas que un viento fuerte llevaba muy rápido por la inmensidad del cielo; de olores y recuerdos de olores que me han llevado también muy rápido por mi memoria. Es así que tumbada sobre las baldosas del patio he recordado nuestra anterior vida: el pueblo, Naquel y los otros mastines, las cabras, las vacas y los caballos, el humano pastor que olía a bondad y la humana anciana que tenía sobre la cara mil arrugas que narraban toda su existencia y más, los robles, las piedras, los arroyos, las flores, los pájaros, y el resto de cosas y seres; y antes aún, en la ciudad, en nuestra casa roja con lagartijas y espirales de hierro, cerca del parque y el río por el que solía encontrarme siempre con compañeros perros, la mayoría afligidos por ir atados con correas, y mi colchón al lado del de Javi y el maravilloso patio en el que nacían tomates, girasoles y molinillos, en el que me solía tumbar sobre las malas yerbas para después revolcarme a gusto.

Dichos recuerdos me han puesto un poco triste y se me han llenado los ojos de unas legañas gordas de color amarillo. Noa ha debido notar mi tristeza porque se ha acercado para lamerlas, y después ha ladrado mirando a la puerta para decirme le apetecía mucho escaparse.

Sin pensarlo hemos saltado la valla del patio de atrás y a continuación nos hemos colado entre los barrotes del de delante. No hemos parado de correr hasta que no hemos salido del pueblo. Noa quería conducirme a un sitio especial porque de cuando en cuando intentaba jugar conmigo y mordisquearme las patas, para alegrarme y dirigir mis pensamiento hacia el presente. Hemos atravesado las vías del tren y hemos llegado a un pequeño bosque de eucaliptus y unos árboles que desconozco y que tenían las raíces más gruesas que las ramas. En mitad del bosque había una pequeña laguna en la que nos hemos bañado de inmediato para después perseguirnos hasta caer rendidas sobre la hierba. De pronto me he dado cuenta que en una de las orillas correteaban unos extraños animales verdes, con pinta de lagartijas pero mucho más grandes, con unas fuertes colas y espinas en el lomo, y que corrían muy muy rápido. Una mezcla de miedo y curiosidad me ha llevado a acercarme, aunque cada vez que estos seres extraordinarios se movían o abrían sus monumentales fauces corría lo más lejos posible, asustada.

Varias horas después regresábamos al pueblo, cansadas, sobreestimuladas y felices, meneando con intensidad el rabo y la lengua fuera. Hemos parado a beber agua en la fuente de la plaza y más tarde hemos tenido suerte porque en la puerta del supermercado, entre la basura, nos esperaban varios huesos formidables que nos hemos llevado en la boca un par de calles más allá. En tanto comíamos ha aparecido un perro que no me gusta nada, que siempre gruñe y nos ladra y se aprovecha de su gran tamaño y ferocidad. Primero ha intentado quitarme el hueso a mí y más tarde a Noa pero ninguna de las dos hemos cedido. A mí me ha hecho una herida en el pecho aunque Noa ha podido morderle el rabo. Cuando Noa se defendía de él yo he hecho lo propio con una de sus orejas. Al final, unidas, Noa y yo le hemos enseñado los dientes y le he hemos hecho retroceder hasta que finalmente se ha alejado por la calle. Las dos nos hemos sentido muy bien y le hemos dado una buena lección a ese perro.

Cuando hemos regresado a casa el humano que vive con nosotros nos ha abierto de nuevo la puerta del patio. Javi ha llegado un rato después. Hemos salido a pasear con él aunque en verdad estábamos cansadas. Javi lo ha notado, y como él también parecía cansado hemos vuelto todos muy felices para casa. Si supiera el día que he tenido sin duda se asombraría. Me ha venido bien para librarme de los recuerdos que hoy especialmente me han asaltado la mente. Espero poder regresar con Javi a nuestro antiguo pueblo y nuevamente oler todas aquellas cosas que por un tiempo nos colmaron. Sin embargo ahora debemos disfrutar de lo que tenemos aquí y de todo aquello que nos queda por descubrir.





Día 66

(Javi huele a rabia)

No soporto ver a Javi así. Ha llegado a casa del trabajo muy contento pero después de hablar por su pantalla con su familia parecía colmado de rabia. Es como si se hubiera enterado de cosas por las que desde aquí no puede hacer nada. Tenía ganas de golpear y destruir, de quemar todas las naves, de acabar con la luz del día, se lo notaba en los ojos, porque tenían un brillo siniestro y ha tratado de no acercarse a nosotras del mismo modo que ni Noa ni yo nos hemos acercado a él en todo el paseo.

Al llegar a la esquina de nuestra calle, me ha señalado la casa y me ha dicho: vamos… dale… mientras él ha debido acercarse al supermercado. Yo he obedecido sumisa y unos minutos más tarde regresaba con varias bolsas y nos dejaba a Noa y a mí en el patio en tanto él se encerraba en casa.

No obstante cada diez minutos salía a fumar un pitillo, y lo ha hecho hasta que le ha dado tos. Creo que trataba de autodestruirse por todos los medios y no paraba de pensar sin tregua en lo mismo, tanto que se podía oler y hasta mascar.

Ahora, con el rostro demacrado pero fuerte, se fuma un último cigarro mirando al cielo, con la mente en otro lugar. Parece algo más tranquilo, como si hubiera transformado su rabia en voluntad en una especie de proceso espiritual. Y sólo ahora sé, en este preciso instante, que puedo acercarme él, para lamerle esas lágrimas que pronto comenzarán a brotar de sus ojos humedecidos.





Día 67

(Regresa el frío)



El frío ha regresado y con fuerza. De madrugada la niebla que no nos dejaba ver. En la mañana la lluvia y el viento ; y aunque por la tarde ha salido el sol, éste no calentaba como debiera y ha conseguido que las calles permanecieran prácticamente vacías y que de los tejados de las casas saliera el humo de las chimeneas y los radiadores.

Javi hoy no ha ido a trabajar y ha dormido hasta muy tarde. Descansa de la semana y del enorme esfuerzo espiritual en el que se vio envuelto ayer. Con todo hemos salido a dar varios paseos, él muy abrigado y silente, nosotras felices por correr más libres que otros días dada la ausencia de coches y humanos. El humano que vive con nosotros nos ha permitido entrar a casa y nos ha dado una gran sorpresa. Él y Javi han estado viendo después una par de películas en la tele. Ya por la noche se han ido juntos y han vuelto a horas intempestivas, contentos y ebrios. El humano que vive con nosotros se ha ido inmediatamente a dormir y Javi se ha quedado en el salón tecleando y fumando hasta que el sueño le ha vencido.

No sé si no se ha dado cuenta de sacarnos al patio o lo ha hecho adrede, el caso es que Noa y yo estamos ahora mismo en el salón, Noa medio dormida en uno de los sofás, yo acurrucada junto al radiador sin desear hacer ningún ruido no vaya a ser que de pronto el humano que vive con nosotros se despierte y nos eche fuera. Sin embargo ninguna de las dos no podemos dormirnos como en verdad quisiéramos, y con un ojo abierto, ambas miramos la bolsa de basura que rebosa restos y un pedazo de pan que yace inerme encima de la mesa mientras el frío y el viento zumban afuera y una fuerza perruna irresistible empieza a hacernos salivar.






Día 68

(Tres palos)



Esta mañana el humano que vive al lado de nosotros ha entrado de repente en casa y ha comenzado a revolver por las estanterías de la cocina. Parecía cabreado y Noa y yo le mirábamos con desconcierto. El humano que vive con nosotros ha salido de su habitación enfadado y se han puesto a discutir. Esto ha hecho que nos libráramos de las consecuencias por haber hurgado en la basura y aunque nos han acabado sacando después al patio su discusión ha evitado seguro que tanto mal humor cayera sobre nosotras, jiji.

Javi se ha levantado tarde y después del desayuno nos hemos ido a pasear. Hoy hemos ido por un sitio por el que no solemos ir. Hemos cruzado por encima una carretera grande en la que cientos de coches pasaban rapidísimo y me ha dado un poco de miedo. Podía sentir su velocidad sobre la piel y el aire olía a neumáticos, gasolina y muerte. En el otro lado Javi ha entrado en varias casas y ha estado charlando con sus dueños. Sus ojos brillaban con fuerza aunque no han debido satisfacerle demasiado porque éstos han perdido parte de su brillo. De vuelta a nuestra calle se ha encontrado con un humano con el que nos cruzamos alguna vez y que lleva nudos en el pelo. Se han saludado y se han estrechado la mano. No entiendo muy bien estas costumbres humanas. Nosotros los perros nos saludamos oliéndonos para saber cómo andan las cosas, sin posibilidades de mentir. Los humanos, muchas veces, cuando hablan se mienten, en cambio si se olieran sabrían de inmediato qué es lo que el otro o sí mismos pretenden o ansían, incluso sin saberlo de antemano.

Después de comer el mismo humano ha venido a buscar a Javi a casa y nos hemos ido los tres (Noa se ha quedado en el patio) hacia las afueras del pueblo. De camino me he cruzado con varios perros callejeros amigos, pero Javi no quería que me retrasara y me ha silbado cada vez que me acercaba a olerlos.

Hemos llegado así a un campo de hierba con tres palos, dos iguales y uno más largo encima, en los lados y dónde decenas de humanos jugaban a la pelota o mejor dicho la intentaban meter por los tres palos ya mencionados. Cuando lo hacían se ponían unos muy contentos y otros se enfadaban frustrados, como si fuera una especie de ley instaurada que ignoro. Corrían y se pasaban la pelota, la cual golpeaban únicamente con los pies, cosa que me asustaba porque no conseguía adivinar hacia dónde iba a ir aparte de que varias veces ha estado a punto de darme.

Javi se ha puesto a jugar con ellos y creo que se lo ha pasado muy bien. Tenía una habilidad sorprendente para meter la pelota por los tres palos. Entonces todos se acercaban a él para palmearle la espalda y felicitarle. Yo he estado tumbada todo el tiempo esperando que terminaran. Esta es sin duda cosa de humanos e incomprensible para un perro, por eso ahora, hecha una bola de pelo en el interior del horno, acabado el día y repasando sus pormenores, creo que me debería haber quedado non Noa en el patio, o lo que es mejor, quedarme para después poderme escapar y así relatar las mismas sensaciones de libertad y compañerismo que suceden otros días con mis amigos perros callejeros buscando rastros, restos de comida y simplemente revolcándonos en el suelo o persiguiéndonos por las calles, las plazas o los parques.

A Javi le ha venido muy bien jugar con los humanos a la pelota. Ahora que lo pienso es exactamente lo mismo que siento yo cuando, por instantes, me escapo y me voy a corretear libremente por el pueblo con mis amigos.





Día 69

(Elecciones en Maschwitz)

Hoy no ha sido un día como cualquiera otro en el pueblo. Los humanos desde ya la mañana han tomado las calles. Mis amigos perros han tenido que huir del centro y muchos coches con sirenas azules pasaban vigilando todo lo que ocurría. Cuando hemos salido a pasear me he percatado que había muchas pancartas colgadas de los árboles con enormes retratos de humanos sonrientes que sin embargo escondían en sus miradas destellos de ambición y malicia. Por el suelo había panfletos de papel con los mismos rostros y en la puerta de las escuelas se veían formidables colas de humanos que aguardaban su turno para entrar.

Nos hemos encontrado al humano que vive con nosotros y el que vive al lado en una de estas colas. Los dos sonreían pero era ésta una sonrisa forzada, como si en verdad no creyeran del todo en lo que estaban haciendo. Dicho gesto era el que la mayoría de los humanos lucían en sus rostros, y aun así, todos trataban de ocultarlo, del mismo modo que lo hacían los de los retratos colgados de los árboles.

Javi, Noa y yo hemos continuado nuestro camino y nos hemos tumbado a esperarles en la plaza. De cuando en cuando pasaban cerca de nosotros coches con unos aparatos por los que salían voces fuertes y profundas y una música pegadiza y repetitiva. Javi escribía en su libreta en tanto observaba a su alrededor y nosotras tratábamos de dormirnos, aunque con todo aquel revuelo humano resultaba muy difícil.

Por la tarde todo ha cambiado. Las calles se han vaciado de humanos y los perros han llenado de nuevo las calles. Javi se ha marchado a media tarde un rato y ha venido con olor a sudor y a hierba, por eso estoy segura que ha estado jugando a la pelota como ayer. Luego ha estado durante horas y horas tecleando hasta que ya de noche se ha vuelto. El humano que vive con nosotros viendo la tele. Hace varios días que hace frío otra vez y ahora llueve muy fuerte. Tal vez por eso nos ha dejado entrar en casa. Pero el caso es que cuando Javi ha regresado se ha levantado de pronto del sillón gritando malhumorado y nos ha echado otra vez al patio. No quien le entienda. Es como si tuviera dos corazones y dos cerebros.

Ahora Javi sale para repartir en nuestros cuencos unos cuantos puñados de pienso mientras nos acaricia, sonríe. Me está guiñando un ojo para hacerme cómplice de lo intangible y de lo absurdo del mundo humano.





Día 80

(Reflexiones de una perra enamorada)



Que día más raro, y qué bonito. La niebla ha llegado de nuevo, y en el patio ha entrado un lagarto de color rojo que nos ha tenido prácticamente toda la mañana dentro del horno. Aunque bueno, creo que ahí hemos sido un poco cagás, porque tampoco era tan grande ni tan fiero. Ha estado parado casi todo el tiempo cerca de la pared, pero la cuestión es que cuando y sobre todo cómo se movía resultaba por lo menos que intimidatorio. Luego el humano que vive al lado de nosotros ha venido a casa con otra humana que no era la de siempre y le ha comido la boca metiendole la lengua muy adentro, pero sin darle ningún lametazo por la cara. No lo entiendo, porque encima después por la tarde ha llegado la humana que viene con él siempre y tambien le ha comido la boca. Debe ser que en esto los humanos y los perros no somos tan distintos, y si lo somos es porque los humanos sin querer o queriendo se engañan, como en tantas otras cosas que ahora no vale la pena mencionar.

Javi hoy traía a su regreso una cara muy alegre. Su día en el trabajo ha debido ir bastante bien. Sin embargo, a media tarde ha hablado con su familia y los amigos por la pantalla y cuando ha terminado su gesto era otro. Parecía algo triste y cansado. Ha salido con nosotras al patio y Noa y yo le hemos estado lamiendo las lágrimas. Estos días atrás Javi ha tenido muchos altibajos de ánimo. Con lo de aquí, brega, lucha y hasta se divierte, pero las cuestiones que le llegan del otro lado, de los suyos, le preocupan, le consumen y por momentos le vencen. A veces es incapaz de desconectar y pienso que no es nada bueno. Cuando le llegan mensajes positivos se pone muy contento y le dan mucha fuerza y vida, aunque cuando lo que le llegan son estragos, él mismo se achica y se destroza, y no se lo puede permitir.

No obstante le veo fuerte. Su sombra ha crecido y también el brillo de sus ojos. La adversidad y esta especie de soledad prematura le están ayudando a madurar. Lo mismo que a mí. Sus necesidades se han reducido a casi nada y en parte sus miedos también. Tal vez por eso de igual modo que ya es dificil que a mí me atropelle un coche, creo que es dificil que a él le desespere ninguna situación, por complicada que sea. Con todo, aún hay momentos que su corazón sufre y es humano que así sea. En esto tampoco hay diferencias entre los humanos y los perros. Soy una perra enamorada de su dueño. Y Javi ama la vida, aunque a veces le duela.

martes, 6 de agosto de 2013

Diario de una perra en Argentina (9 semana)

Día 57

(La transformación del patio)



El día ha comenzado con sol, lagartijas que huelen a sal y pájaros verdes. Noa y Romeo se gemían separados por la puerta de la entrada y nuestra calle bullía de sonidos de vida, de humanos transitando. El amanecer trajo la mañana y la mañana el mediodía. El humano que vive a nuestro lado, desde muy temprano se ha puesto a recoger el patio y ha hecho montones de hierros, de latas, de plásticos y después se ha marchado varias horas para volver lleno de nervios y la cara desencajada.

Javi ha regresado por la tarde, un poco antes de lo habitual, casi a la misma hora que el humano que vive a nuestro lado y juntos han seguido limpiando y amontonando cosas. Hemos dado en un descanso suyo un paseo hasta el parque justo cuando caía el sol y los cachorros humanos volvían de la escuela. Luego Javi ha empezado a limpiar el interior del horno mientras Noa y yo le observábamos sorprendidas. Ha sacado papeles y cenizas y ambas pensábamos que ahora tendríamos más frío por las noches, pues todo esto nos aislaba del exterior. Sin embargo más tarde ha colocado dentro unas mantas y telas y cuando nos hemos metido para ver los cambios nos ha parecido increíblemente cómodo, aparte de que las telas olían a bondad y buenos sentimientos.

Al final de la tarde el patio parecía un lugar diferente. Javi y el humano que vive a nuestro lado se han pegado una buena paliza. Cuando ha llegado el humano que vive con nosotros le ha dado mucha alegría y han fumado los tres un pitillo para celebrarlo y han preparado asado en la parrilla para cenar. Las estrellas brillaban mucho en el cielo igual que en sus ojos de los humanos.

Noa y yo descansamos ahora en el interior del horno. Javi seguramente estará tecleando o leyendo sobre su cama. Esta noche la luna extraña arroja una claridad intensa que se posa sobre todos los objetos y seres, y tal vez por ello, sobre las baldosas de nuestro patio se desliza siseando y trazando curvas, una hermosa culebra de plata.







Día 58

(Dama nos visita)

Hoy hemos tenido una visita inesperada. Aparte de Romeo, que siempre para en nuestra puerta, y los perros callejeros de nuestra calle, o en alguna ocasión los hermanos petizos, a media mañana ha venido Dama, y con ella dos perros que no conocía, uno muy grande, y que daba un poco de miedo, y otro pequeñito, tanto, que parecía un cachorro. Ante dicha visita nos hemos escapado y hemos pasado el día correteando por el pueblo. Se nos han unido otros perros a lo largo de las horas, y hacia el mediodía éramos tantos que los seres humanos se asustaban cuando nos acercábamos a ellos. Habíamos formado sin querer una jauría descontrolada y entrábamos a los supermercados y a las tiendas sin que los humanos pudieran hacer nada por detenernos. Lo cierto es que me lo he pasado muy bien. No obstante después me he dado cuenta que de lo que ocurría y cuando he visto a unos humanos que nos esperaban con palos en la entrada he sentido miedo. Yo me he librado de que me golpearan pero dos compañeros han caído porque les han golpeado la cabeza y las patas. Uno lleva en la cabeza una herida abierta y le daban espasmos, a otro le han debido romper una pata, porque no la puede apoyar y aparte le sale un bulto enorme en la mitad.

Después del altercado nos hemos reunido en la plaza, pero ha habido varios humanos que nos han seguido y han comenzado a tirarnos piedras. A mí me han dado en el espinazo y me ha dolido mucho. Noa, Dama y los demás se han marchado, pero a un grupo de nosotros nos han cercado para continuar golpeándonos, por suerte otros humanos se han puesto a gritarles y a empujarles y al final nos han dejado ir.

Asustada he vuelto a casa y Javi ya había llegado. Creo que me ha estado buscando, pero no me ha regañado; aunque pienso que si supiera de dónde vengo sí que lo haría. Noa ha llegado al rato, junto con Romeo, Dama y sus dos amigos. Sé que Dama no ha tenido la culpa, pero sí que la hago un poco responsable de lo que ha ocurrido. Por lo visto el perro al que dieron en la cabeza está muerto, y el otro ha quedado muy mal herido.

Javi la ha dejado pasar al patio pero yo le he enseñado los dientes y se ha ido para fuera. Noa se ha puesto a lamerme para tranquilizarme mientras Javi nos contemplaba tratando de entender lo que ocurría. A los humanos hay muchas cuestiones sobre los perros que también se les escapan. Al revés es igual.

Pero ahora de noche, dormitando en el interior del horno, segura y confiada, mirando cómo Javi se fuma un cigarro sentado en el quicio de la puerta, reflexiono y me digo que tal vez he sido demasiado dura con Dama. Al fin y al cabo sólo vino para visitarnos. Fuimos nosotras las que nos escapamos y la seguimos. Nosotras somos las únicas responsables de lo que nos ocurrió. Cada individuo es responsable de lo que hace ¿no? Nadie nos obligó a hacer nada, y encima la pasamos bien. Dama vive en la calle y estoy segura que yo sería como ella si esa fuera mi situación. Mañana tengo que pedirle disculpas y decirle que lo siento.

Javi me mira de una forma inusual, como si oliera él ahora mis pensamientos. Me llama y yo me acerco moviendo el rabo en tanto que Noa asoma su cabeza en la boca del horno y bosteza antes de venir a compartir las caricias tranquilizadoras.





Día 59

(Javi se desilusiona)

¿Se han torcido tanto las cosas?... ¿Qué ha sucedido hoy?... Todo parecía rodar, marchar, funcionar; sin embargo cuando ha regresado a casa, Javi tenía la cara como dislocada y olía muy fuerte a desilusión. Ha tecleado en su pantalla y ha estado hablando con sus amigos y familia. Estaba enfadado, frustrado, impotente, rabioso, y es que alguna mala noticia ha debido llegarle, algo que nos afecta y que le ha dejado por unas horas bloqueado, con un relente verde sobre la piel, como una especie de musgo de indolencia que chorreaba negatividad y malos augurios.

Durante el paseo apenas ha sonreído, ni siquiera cuando nos hemos encontrado con otros perros conocidos, sólo fumaba y caminaba con la vista en el suelo. No ha cenado, no ha tecleado, únicamente fumaba y fumaba en la puerta del patio y tenía ganas de que la noche llegara para irse a dormir.

No he podido hacer nada por ayudarle, y me siento confusa, ni siquiera puedo dormir en el interior del horno. Me he colocado en el patio bajo su ventana y ahora gimo bajito para no despertarlo ni desesperarlo más mientras Noa me mira como diciendo que no me preocupe, que lo deje, que los humanos son así, igual que se llenan de vida y esperanza, a veces se desinflan y mustian, necesitados de caer hasta lo más hondo para luego levantarse y recomenzar.





Día 60

(Renaciendo a la fuerza)

Javi se ha levantado hoy con fuerza, sus ojos brillaban destellando fuego y optimismo como si en sueños hubiera meditado que no hay nada que pueda derribar sus ilusiones, que su ánimo depende completamente de su convicción y la realidad puede doblarse a su antojo. Lo primero que ha hecho es llevarnos a Noa y a mí a pasear y luego, ya en casa, ha estado tecleando sin descanso durante horas. Ha cocinado mucho y nos ha hecho a Noa y a mí una gran olla de arroz con verduras que estaba riquísimo.

Por la tarde se ha hablado con los suyos por la pantalla y se mostraba sonriente y tranquilizador. Su interior aún estaba revuelto, pero no ha dejado que le consternación le venciera. Olía a tierra y a flores, a océano encrespado, a tempestad. Cuando ha llegado el humano que vive con nosotros a casa han estado bebiendo y celebrando el día. Luego han aparecido en el patio disfrazados extrañamente, Javi de negro y con el pelo como mojado y unas gafas de sol, el otro de mujer, riéndose a carcajadas, fumando pitillos y hablando mucho, hasta que han llegando más humanos también disfrazados y se les han unido.

Luego se han ido todos juntos, por lo que me ha parecido, a una fiesta. Noa y yo nos hemos quedado aquí, acompañadas tan sólo por la luz de la luna extraña y de todas las estrellas del cielo.

Han regresado de madrugada y Javi tenía la mirada limpia, como cuando saca de su cabeza las perspectivas torcidas. Me ha acariciado sonriente y su mano me decía que nuestra aventura continúa, que no me preocupe por nada, que todo marcha bien, que juntos sobreviviremos, que aún nos queda mucho por vivir y que habrá días mejores y peores. Pero a mí me gusta cuando están así sus ojos.





Día 61

(Descanso forzoso)

La tranquilidad ha sido la nota dominante hoy. Ha hecho un poco de frío aunque lucía el sol. Javi ha estado tecleando casi todo el día, exceptuando una rato en que hemos ido a pasear por la mañana y el de la tarde. El humano que vive a nuestro lado ha estado comiendo con una humana en el patio y nos ha dado a Noa y a mí las sobras. Romeo hoy se ha debido tomar el día libre porque no ha estado apenas en nuestra puerta. Ahora sí.

Por la tarde Javi estaba nervioso. No preocupado. Como le conozco se que en éstas ocasiones se come las uñas, está como distraído, y fuma más. Tiene algo en la cabeza y en el pecho que no puede sacar mientras teclea y se nota que le consume. Menos mal que al final ha podido lograrlo porque si no igual ni puede dormir. Varias horas después ha salido al patio y se ha fumado el último cigarro sonriendo en tanto miraba cómplice al cielo estrellado. Se encontraba a gusto, contento. Después se ha ido a dormir. Me ha parecido que era temprano, y me ha sorprendido. Igual quería soñar. El caso es que ahora Noa y yo, compartimos horno e insomnios mientras escuchamos los gemidos del recién llegado Romeo.





Día 62

(Domingo extraño)

¿Y hoy porque Javi ha tenido que irse temprano? Otra vez hay algo que se me escapa. Me he pasado la mañana preocupada porque no se abría la puerta de atrás de la casa. Ni humano que vive con nosotros ni el de al lado la han abierto tampoco. Hasta el mediodía vale. Pero era ya por la tarde cuando Javi ha aparecido con una sonrisa y nos ha sacado a pasear. Es injusto que los humanos no nos den explicaciones ni cuenten con nosotros o con nuestros sentimientos o expectativas. Pero bueno, nuestra evolución, dicen, que corre paralela aunque nunca pudo juntarse ni independizarse.

Por lo demás el día ha sido soleado, con pájaros verdes y lagartijas que huelen a sal. Romeo apenas se ha movido de la puerta y Noa bostezaba unas nueve veces por minuto. Todo un record.

Ya de noche Javi se ha ido pronto a acostar. Su rostro parecía cansado cuando ha salido a fumarse un cigarro en el patio con nosotras. Ahora Noa y yo nos apretujamos en el interior del hormo, entre las telas que huelen a bondad y los antiguos resquicios de calor y ceniza. No hace frío, la noche está buena, y se escuchan ladridos y aullidos lejanos de aquellos compañeros perros del pueblo que anuncian a los intrusos o a los acompañantes clandestinos.



Día 63

(Otra semana que empieza)



Nuestra calle ha estado a rebosar de humanos. Hoy ha comenzado el día con un tremendo alboroto de cachorros humanos que pasaban frente a nuestra casa y que desde el patio se podían incluso oler. El humano que vive a nuestro lado ha empezado a pintar las paredes y estaba muy gracioso con un mono blanco que le hacía muy gordo y unas gafas de insecto transparentes. Han venido a casa dos humanos que han estado metiendo unos gusanos de colores por las paredes. Uno era tan alto como un árbol y el otro no tenía dientes. Lo sé, porque cuando se reía se le veía las encías rojas. Luego también han aparecido varios humanos más. Cuando han terminado de meter los gusanos se han puesto todos a beber cerveza y se reían mucho. Más tarde se han ido todos juntos y se han olvidado de cerrar bien la puerta, por lo que Noa y yo nos hemos escapado por el pueblo.

Horas después, mientras saboreaba un hueso tumbada en un cacho de hierba cerca del supermercado, he escuchado un silbido familiar. Javi se aproximaba caminando y me llamaba con una gran sonrisa en la cara. Me he olvidado del hueso y he corrido moviendo el rabo para darle la bienvenida. Me ha acariciado mucho la cabeza y las orejas y hemos regresado a casa. Noa y Romeo estaban en la puerta y nos han recibido con mucha alegría. Javi ha entrado y casi al momento nos hemos ido a dar un paseo. Las calles del pueblo se encontraban abarrotadas de humanos. Ya va haciendo más calor, como si el frío de otros días se desinflara. Parece que el tiempo va a mejorar porque las plantas están comenzando a florecer y cada vez hay más y más pájaros verdes y lagartijas que huelen a sal. Además ya se distinguen otros pájaros en las ramas aparte de que en el aire empiezan a observarse algunos bichos con alas. Es como si la vida se desplegara, y aunque las madrugadas aún son algo frías, el resto del tiempo la temperatura es muy suave.

Hace un rato que Javi ha salido a fumarse un cigarro al patio y a despedirse de nosotras. Esta noche es la primera que creo que no voy a dormir en el interior del horno. Me he buscado un sitito sobre las baldosas, junto a la puerta. Permanecen calientes del sol del día y huelen a felicidad, es decir, a tierra fértil, a sueños realizados e ilusiones en el porvenir.